Ya sé que el título de esta columna puede sonar grotesco y fuera de lugar, pero tengo que decirles que aunque no lo crean es uno de los objetivos que nuestro futbol mexicano tiene como proyecto. Y aunque parezca superficial, el concepto es más de fondo.

Evidentemente la lista para mejorar el futbol mexicano es casi infinita, delimitada en 200 rubros,  hay muchas cosas, como ser más competitivos, elevar el nivel deportivo, estadios seguros, canchas, vialidades, conectividad, boletaje... y sí, cagar a gusto en los estadios termina por estar ahí, porque cuando logren eso habrán avanzado un mundo en el camino.

Como parte de un ejercicio de transparencia, los directivos de la Federación Mexicana de Futbol, encabezados por Juan Carlos Rodríguez, tuvieron una reunión “off the record” con distintos medios de comunicación para dar a conocer pormenores del bendito Fondo de Inversión, ese que aseguran le cambiará la vida al futbol mexicano y será un antes y después en la historia de nuestro balompié.

Acostumbrada a ver el vaso lleno, tengo que aplaudir que haya un proyecto de mejora, que suena a un futbol de primer nivel donde no existirá la multipropiedad, los derechos de transmisión serán un activo común, el futbol vivirá una etapa de democracia y habrá un crecimiento deportivo y económico. Vaya, algo que ni en nuestros mejores sueños hemos visualizado.

Sin embargo, después de más de 20 años en esta industria me es difícil pensar que los dueños del balón, esos que “al parecer” han hecho que el futbol mexicano tenga poca credibilidad y confianza, cedan ante un nuevo jugador que se quedará con una parte de pastel y a cambio los legitimará ante el mundo para que así vengan nuevos socios, mexicanos o extranjeros, con la seguridad de que el dinero invertido crecerá.

Y no sólo por el hecho de ceder ganancias comerciales, sino porque a cambio necesitan ser transparentes, legitimar su estancia en el balompié mexicano; vaya, abrir sus libros y dejarse leer.

Suena raro que la multipropiedad acabe, que exista democracia en las decisiones, que los intereses de los dueños estén alineados. Suena también a que este cuento no acabará en final feliz, aunque deseo equivocarme.  

Agradezco la charla abierta y la invitación para ser parte, aplaudo la apertura, pero aplaudo aún más que en la lista de los convocados, que es dominada por los hombres, existan las voces de mujeres de la industria como Paulina Chavira, Ana Caty Hernández y Sara Zetune.

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Necesitamos empezar a construir realidades en lugar de espejismos dentro del mundo deportivo, un mundo en el que cabemos todos, mujeres y hombres.

El marco del 8M no debe ser utilizado para anunciar que una árbitro pitará un partido de hombres, o el día en que todos los noticieros le dan un espacio especial a las conductoras para “demostrar” que ahí se apoya a la mujer.

El ejercicio tiene que ser sistemático. Si Katia García, árbitro profesional, está capacitada para ser la silbante del Pachuca vs Querétaro de la Jornada 11, quiere decir que es capaz de estar en cualquier otro juego de las siguientes jornadas, y su nombre debería ser considerado para ello.

Tenemos que dejar de hablar de lo que le “cuesta” la Liga femenil MX a los directivos del futbol, para verlo como un proyecto real, como un negocio que se fortalece y en un futuro tendrá números negros, pero sobre todo construirá una narrativa donde las niñas crecerán asumiendo que no hay “deportes de hombres y mujeres”, sólo hay deportes.

La industria debe comenzar a entender que las mujeres estamos aquí para aportar conocimiento, experiencia, liderazgo, ideas nuevas; cambiar su lenguaje y comportamiento y verlas como futbolistas, árbitras, deportistas, comunicadoras, presidentas, ejecutivas, etcétera, capaces de trabajar por mejorar el negocio de los deportes.

Desde que empecé el camino de liderar RÉCORD me cuestionan sobre cuál será mi legado; aún me falta tiempo para definirlo, pero estoy segura de que quiero ayudar a construir una industria con perspectiva de género, un lugar seguro para las mujeres, donde tengan las mismas oportunidades que los hombres para destacar en lo que hacen.

Nos toca a todos ser reflexivos para encontrar el camino donde podemos abrir espacios para las mujeres, porque esta industria nos necesita.

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Javier Hernández habla con solidez sobre la grandeza de Chivas, sobre su propia carrera y el valor que debe dársele a las cosas. En sus palabras no hay dudas, su discurso es convincente para el chivahermano que lo escucha con la devoción que un feligrés oye a su predicador.

“Partirse la madre, ser la mejor versión de uno mismo”, sin pensar o dirigir las fuerzas en ser el mejor, es la mentalidad del mexicano que se fue del Rebaño para jugar con equipos top del mundo.

La duda no está siquiera si su carrera fue exitosa, porque lo fue, puso el nombre de México en alto en las mejores Ligas y con la Selección. La duda hoy es si ese Javier podrá ser el hombre que los seguidores tapatíos esperan que sea en el terreno de juego o sólo vendrá al vestidor de Guadalajara a fungir como un líder motivador de un equipo que necesita empezar a creérsela.

Desde el sábado pasado, cuando CH14 arribó a su tierra, un vendaval de emociones lo acompañaron, lo vimos llorar e ilusionarse, dormir con la playera de Chivas “porque está hoy no me la quito”, comprometido con la causa.

Pero ¿es eso lo que necesita el equipo, discursos sin un fondo que lo respalden? Javier no podrá jugar hasta finales de febrero o marzo -la lesión que tuvo en la rodilla así lo  dictamina-, el torneo regular termina a finales de marzo, así que las oportunidades de pesar y ser un diferenciador serán pocas.

Esopo, un fabulista griego antes de Cristo, dijo sabiamente “las palabras que no van seguidas de hechos, no valen nada”.

Por el bien del futbol mexicano, del de Chivas y del propio Chicharito espero que sus palabras vayan precedidas de hechos y no estemos viendo sólo a un evangelizador que habla sobre una tierra prometida donde Chivas brillará y será ganador.

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