“Si no es tu cuerpo, no opines”, es una de las frases que más me gusta cuando escucho personas hablando de cuerpos ajenos, pero hoy me tragaré esas palabras porque me parece de suma importancia hablar de los cuerpos ajenos, de los cuerpos de atletas olímpicos en París 2024 que terminaron por romper tabúes.
Amé cada día de los Juegos Olímpicos por las competencias, pero amé más la diversidad corporal con la que comenzamos a familiarizarnos, sobre todo en la gimnasia.
Recuerdo que cuando era pequeña veía a las gimnastas olímpicas, niñas delgadas, pequeñas, sin músculos pero capaces de enamorar con sus rutinas. Entonces pensaba que solo esos cuerpos eran los correctos, que tenía que esforzarme por ser como ellas.
En París 2024 los esquemas terminaron por romperse y pudimos observar cuerpos atléticos, fuertes, con músculos, en gimnastas, y también cuerpos delgados, grandes y pequeños.
Fuimos testigos de mujeres en gestación participando en tiro con arco y esgrima, eliminando la idea de que una madre no puede dedicarse al alto rendimiento.
Lamentablemente, también fuimos testigos de la crítica destructiva y sin sentido a cuerpos como el de Paula Leitón, quien ganó una medalla de oro en waterpolo y aun así recibió críticas por no tener un cuerpo esbelto. Afortunadamente, ella goza de una fortaleza mental que le permite gritarle al mundo “estoy orgullosa de mí misma”.
Agradezco que París 2024 nos haya dejado un mensaje sencillo, pero poderoso: el cuerpo de un atleta puede verse de muchas formas distintas.
TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: LA JUSTICIA DEBE APLICAR PARA TODOS