Las campanas

Al final, se ganó y no sólo por el título. Empecé esta columna justo antes del gol de Santi, sin definir aún al campeón de la Concacaf, porque con lo ya transmitido desde el campo del impresionante SoFi de Los Ángeles ante 72 mil espectadores, la Selección Mexicana volvió a triunfar, por generar de nuevo sensaciones eléctricas que enorgullecen y emocionan, y por confirmar la conexión con la tribuna de Estados Unidos. Hace mucho que no se percibía así, sin importar el resultado.

El objetivo estaba cumplido: México volvió a gustar, con juego atractivo, valiente; con futbolistas que se vuelven referentes, en especial lo de Orbelín, para mí el mejor de este torneo; el aficionado se reencontró con un lleno colorido, sin empañar el entradón con violencia.

¿Es para festejar así de eufóricos? ¡Por supuesto! Porque estuvimos sumidos en un pozo que parecía sin fondo y al fin se detiene la caída con el título de la zona, que nunca se debió perder, pero se recupera ante un rival a la altura como Panamá.

También estoy cierto que no es para echar campanas al vuelo ni quitar la mira de las áreas de oportunidad que podrían esconderse con un trofeo. Trabajar con el resultado a favor ayuda a tener calma en las decisiones que vienen, porque seguirán los cambios en la FMF, pero ahora se podrán ejecutar sin ruido nocivo en medios y menos críticas del aficionado. Con cabeza más fría.

Tras la incertidumbre que arropó a Lozano para seguir como técnico, este título lo vuelve el gran candidato al 2026, y francamente, ahora también lo considero la mejor opción.