Ambos necesitan de ambos: Cruz Azul, de la sangre caliente de Boy y Boy de la ‘grandeza’ de Cruz Azul. Ambos, también, necesitan un campeonato... ¿Será una buena historia la de Cruz Azul y Tomás Boy juntos? El balón y los ‘sueños azules’ están por correr...
Entre la asombrosa pasividad de uno y la tormentosa personalidad del otro, podrían estar encerrados los sueños de color azul.
Yo veo dos grandes retos dentro de la misma encomienda: primero que Cruz Azul se adapte a Tomás Boy, y luego que Tomás Boy logre ser el hombre que Cruz Azul quiere. Y a partir ahí, una necesidad común: el campeonato.
“Vamos con calma”, pide el llamado ‘Jefe’ cuando los reporteros le preguntan sobre la Liguilla y la posibilidad de pelear por el título en este mismo diciembre. Y es verdad, lo que necesita ahora Cruz Azul es un poco de la “calma” que históricamente le ha caracterizado, y un poco o un mucho de la ‘rabia’ que históricamente ha mostrado su nuevo entrenador.
Boy no puede cargar sobre sus hombros con los casi 18 de años que tiene Cruz Azul de ayuno en campeonatos, pero lo que sí puede es empezar a convencer a los futbolistas, a los dirigentes, a los cooperativistas, a los aficionados y, si usted quiere, hasta a los promotores que rodean al equipo, de que el club requiere urgentemente de una transfusión sanguínea para romper los viejos moldes y las también viejas costumbres que le han llevado a terminar entre los peores equipos de la Liga, y en un estado ‘vegetativo’, donde el “no pasa nada” se ha convertido en casi un modo de vida.
Podría haber un ‘antes y un después’ de Tomás Boy en Cruz Azul. Podría, también, como ha ocurrido en otro tipo de proyectos o de nuevos planes, no pasar nada. Lo cierto es que Cruz Azul no puede estar peor: con una nómina cara, con un equipo que en la cancha no sabe qué hacer, con una afición enfurecida, con una cooperativa cansada, y con dirigencia agobiada.
Un ‘grande’, porque eso es Cruz Azul, un ‘grande’, le duela a quien le duela, en una escena patética que nada tiene que ver con la gloria, la prosapia y los trofeos que muestran sus vitrinas en La Noria.
Pero no sólo Boy y los futbolistas Chaco Giménez, Chuy Corona, Gerardo Torrado, ‘Maza’ Rodríguez o Fausto Pinto, son los que arriesgan. Guillermo Álvarez ha tomado una decisión inteligente y al mismo tiempo una decisión de amor y de empatía con los colores de la institución. Billy decidió desechar, firmando a Boy, todos los rumores que rodean al club, algunos son falsos, otros son medias verdades, y algunos más podrían ser completamente ciertos, de que los promotores tienen una gran influencia en la conformación del equipo.
Y Billy decidió ignorar, por algún momento, ‘el estilo de la casa’, más apegado, en las épocas modernas a las personalidades y filosofías de Enrique Meza y de Luis Fernando Tena, para apostar ahora por un entrenador de otro tipo de envoltura, carácter y determinación.
También Tomás Boy se juega una carta fundamental. Hasta ahora, siempre ha dirigido en equipos de angustia, con problemas de descenso y no con la ‘bonanza económica’ que tendrá aquí.
También Tomás tiene una deuda. También su carrera se ha detenido cuando parecía, en un principio, que daría para mucho más. Tiene un gran conocimiento de la cancha, sabe comunicarse con sus futbolistas, ha aprendido a ‘socializar’ con los medios, ha controlado, más o menos sus impulsos, pero no ha dado aún el paso para el equipo que todos sabemos que puede dar.
Por primera vez en su larga historia como entrenador tiene en sus manos un club de los llamados ‘grandes’, donde él sabe que tiene que regular algunas cosas, que tiene que contenerse en otras, pero que tiene que ser el mismo Tomás Boy con el que siempre soñaban los aficionados de piel azul.
Cruz Azul promete y debe ser un equipo intenso a partir de este sábado por la tarde. Espero que tenga la paciencia que históricamente le ha caracterizado, y que tenga también la rabia, el coraje y los impulsos que han sido parte de la vida de Tomás Boy en el futbol.
Una transfusión sanguínea, un equipo de ‘sangre azul’, que requiere una reacción inmediata para abandonar la apatía y la mediocridad en la que se ha metido.