Unir a la humanidad a través del deporte sin importar la raza, el idioma, el color o la religión. Ésa es la génesis de los Juegos Olímpicos de la Era Moderna.
Ante los problemas políticos, económicos, ideológicos y sociales, cada cuatro años la máxima justa deportiva lleva un mensaje de paz y unidad a la humanidad.
El sueño olímpico reúne a miles de deportistas bajo un mismo sueño: alcanzar la gloria en sus deportes.
El encendido del pebetero aviva ese deseo, que lamentablemente desvanece cuando finaliza la justa veraniega.
El ideal sería que esos valores trascendieran el ámbito deportivo, pero en ocasiones ni siquiera se logra transmitir a los ciudadanos del país anfitrión.
Tal es el caso de Brasil. Con muchas dificultades en la organización, Río de Janeiro hizo historia al inaugurar los primeros Juegos Olímpicos de Sudamérica.
La ceremonia, que estuvo a la altura de ediciones pasadas celebradas en países de ‘primer mundo’, mostró esa grandeza del país a los miles de asistentes y millones de espectadores del orbe.
Imagen que entristece a muchos al ver tanta pobreza a los alrededores.
Previo al inicio de la justa veraniega, la ‘Cidade Maravilhosa’ se declaró en “estado de calamidad”. Ojalá que los Juegos llenen de esperanza y traigan consigo una mejoría para los brasileños.
Que el olimpismo no sólo sea un discurso para la sociedad, sino una realidad.