En sus casi 60 años viviendo a la sombra del estadio Maracaná de Rio de Janerio, Terezinha Canavez, nunca soñó que vería la apertura de unos Juegos Olímpicos enfrente de su propia casa.
"Jamás pensé estar tan cerca de los Olímpicos", dijo Canavez, de 84 años, sentada en una silla de playa en una acera frente al estadio mientras aguardaba por el inicio de la ceremonia inaugural. "El espíritu olímpico es muy lindo y esta es una gran oportunidad para recibir a tanta gente linda en nuestra amada ciudad. Nunca vi una ceremonia de apertura, pero estoy segura de que va ser maravillosa".
Alrededor de unas 80 mil personas vieron el espectáculo de música, baile y pirotecnia de los Juegos Olímpicos desde las gradas del Estadio Maracaná. El resto de la población de Río se congregó en las playas, bares y favelas de la ciudad para observar la ceremonia que puso en marcha los primeros Juegos en Sudamérica.
Más lejos del estadio, la fiesta fue una distracción momentánea para los aproximadamente 40 mil habitantes de Mangueira, una zona marcada por la violencia de pandillas y la pobreza.
"Los pobres no podemos experimentar de verdad los Juegos Olímpicos. Estamos cerca en distancia, pero muy lejos", comentó Luiz Alberto Araujo, habitante de la favela de Mangueira. "Nos divertimos de todos modos, pero esta fiesta es para los extranjeros, para los ricos", dijo el portero de 30 años que trabaja en la lujosa playa de Ipanema pero vive en el barrio.
Los brasileños han reaccionado con rabia en protestas, incluso esta semana algunos llegaron hasta lanzarle piedras al portador de la antorcha olímpica.
"La verdad es que este tipo de evento no beneficia a Río ni a Brasil", dijo Philippe Rudnik, de 25 años, un estudiante de moda y uno de los nietos de Canavez. "Probamos que podemos tener unos Juegos Olímpicos en casa, pero no nos beneficia en nada. Al final, igual es una gran fiesta".
Cuando los fuegos artificiales abrieron la ceremonia con una violenta explosión, se escucharon gritos seguidos por risas nerviosas, pero todos rápidamente regresaron a ver el show.
"Es un sentimiento increíble recibir los Olímpicos y estar tan cerca", dijo Danielle Pontes, de 22 años, una residente de Maracaná que vestía la camiseta amarilla de la selección de futbol de Brasil. De inmediato, remató: "Solo podría ser mejor si estuviéramos adentro del estadio viéndolo todo".