Roger Goodell subió al estrado del Museo de Arte de Filadelfia por duodécima ocasión la noche del 27 de abril de 2017 para dar el anuncio más esperado por los Texans. El comisionado exclamó el nombre de Deshaun Watson, un prodigioso quarterback por quien tres años después Houston pagaría una extensión de contrato de 4 años y 160 millones de dólares, sin imaginar que habían construido un castillo de arena, tan efímero como su estabilidad emocional, comprobada meses más tarde con desdenes y 22 denuncias por agresión sexual.
Ya de por sí la salida de DeAndre Hopkins en la temporada baja pasada evidenció la incomodidad de Watson. Y tras una campaña en la que Houston ganó apenas cuatro juegos, comenzó a derrumbarse sin aviso la carrera de un destinado a convertirse en figura, pero que en pleno desmoronamiento más cerca está de desparramarse por completo en el suelo que mirar de cerca las estrellas del cielo, a donde —en teoría— debía pertenecer.
La contratación de Nick Caseiro como gerente general y de David Culley como head coach, sumado a la salida de otro tótem del equipo texano como JJ Watt fueron cuarteando la efigie de Watson, hasta que finalmente solicitó formalmente a los Texans ser cambiado de equipo. Hasta entonces, su derrumbe no eran tan notorio, mucho menos cuando media a liga —o quizás más— suspiraba por vestirlo con sus colores al grado de mover las aguas del mercado.
Dolphins, Niners, Jets, Cowboys, Patriots, Steelers… La rumorología natural de la temporada baja situaba al pasador de 25 años tan alto como él imaginara y su empoderamiento era tal que permanecía en silencio rodeado de elogios y pretendientes mientras en Houston se aferraban a él con el argumento de reconstruir los cimientos de su plantilla alrededor suyo, hasta que de pronto, una noticia lo cimbró y comenzó su derrumbe.
Una serie de demandas por agresión sexual y comportamiento inapropiado cayeron como tormenta sobre Deshaun. El total hasta el momento es un acumulado de 22 mujeres, todas representadas por el abogado Tony Buzbee, y todas dispuestas a llegar hasta las últimas consecuencias con tal de hacer justicia ante los presuntos daños causados por el mariscal de campo, quien pasó de ser el objeto de deseo en la NFL, a una persona non grata en menos de un parpadeo.