Los Ángeles y Cincinnati son el claro ejemplo de las dos vías que existen en la NFL para que una franquicia encuentre el éxito. Una a base de billetazos, contratando lo mejor que hay en la agencia libre; la otra, apostando por el talento joven. Hoy esas dos corrientes chocan para obtener la victoria en el Super Bowl LVI.
Por un lado, encontramos a los Rams, organización que en 2016 emigró de San Luis a Los Ángeles. La necesidad de conectarse rápidamente con la comunidad angelina ha obligado a la organización a abrir la cartera y encontrar a los mejores agentes libres posibles.
Una de las razones de esto es que desde 2016 no ha tenido selecciones de primera ronda en el Draft, incluso en 2018 no tuvo sino hasta la tercera y no van a tener por lo menos hasta 2024.
Los últimos dos años y medio han sido de mucho trabajo la parte gerencial con contrataciones destinadas a pones a los Rams en este punto.
Matthew Stafford, Jalen Ramsey, Eric Weddle, Von Miller, A'Shawn Robinson, Sony Michel, Darious Williams, Andrew Whitworth, Leonard Floyd, todos titulares o con una gran aportación no llegaron a la NFL vía Rams, sino que emigraron de otra organización.
La visión de los Bengals ha sido otra. Debido a que han navegado por años perdedores han tenido la oportunidad de tener selecciones altas durante los últimos seis reclutamientos colegiales.
Es así como en el roster felino se encuentran nombres como C.J. Uzomah, Tyler Boyd, Joe Mixon, Jessi Bates, Sam Hubbard, Jonah Williams, Joe Burrow, Tee Higgins, Logan Wilson, Ja'Marr Chase y hasta el pateador Evan McPherson.
Los Rams son los de la experiencia, todavía cuentan con varios elementos que participaron en el Super Bowl LIII y jugar en casa es otro de los factores que le juega a favor.
Bengals es el equipo joven, que llega con el ánimo a tope, que, si falla, no importa. Obviamente está el deseo de ganar, pero la franquicia está todavía está en crecimiento.
Para los Ángeles la misión está totalmente enfocada en ganar.