China es hoy la segunda potencia mundial, por su desarrollo militar y económico; en 2014 llegó a ocupar el primer puesto por encima de Estados Unidos y los expertos estiman que en un futuro sea de nuevo la nación puntera.
Deportivamente ha quedado claro que también se encuentra dentro de la élite. En los últimos Juegos Olímpicos, China ocupó el segundo sitio con 38 medallas de Oro, mientras que en el medallero histórico ocupan la cuarta posición con 201 medallas áureas y un total de 473.
En el futbol las cosas son distintas y es una tarea pendiente en la que ya trabajan para mejorar. A nivel selección, sólo han asistido a un Mundial (Corea y Japón 2002) y no destaca en los torneos continentales.
Pero poco a poco se nota un cambio en torneos como las Ligas de Campeones de Asia y en el Mundial de Clubes. Su éxito se debe a que en los últimos años han logrado un fortalecimiento importante de la Superliga a base de billetazos.
Muestra de ello es que en este mercado de invierno, la sorpresa no la dieron los equipos europeos, fueron los chinos quienes realizaron grandes inversiones al contratar jugadores como Jackson Martínez, Ramires, Gervinho, Freddy Guarín, Stephan M'Bia, Fredy Montero, entre otros.
De acuerdo con el portal Transfermarket.com la Superliga lleva un gasto hasta el momento de 161.2 millones de euros (mde) que la coloca en el segundo sitio por encima de las Ligas como Italia, Alemania, España y Francia.
Llevar figuras es el primer paso para la evolución del futbol chino, pero para contribuir al desarrollo de los jugadores nacionales el gobierno de Xi Jinping ha hecho del futbol una materia obligatoria en las escuelas del país.
Para 2017, el gobierno de aquel país espera tener más de 20 mil escuelas capaces de producir 100 mil jugadores, según publicó el año pasado la agencia de noticias Xinhua. El futbol se ha vuelto un asunto de estado y la esperanza de sobresalir en el deporte más popular del mundo puede volverse realidad en poco tiempo.