ÁLVARO CRUZ
Este sábado, La Corregidora fue mudo testigo de la explosión en júbilo de una afición que alentó a su equipo con cánticos que emanaban desde sus entrañas, y que hacían temblar el estadio con sus brincos, como si fueran los últimos latidos del corazón de un equipo desahuciado.
El partido fue emocionante, peleado, lleno de garra y goles, mismos que favorecieron al Puebla, que con el triunfo de 3-2, mejoró su posición en el cociente, ya que peleará otra vez la permanencia el siguiente año.
A pesar del dominio territorial del Querétaro, una desatención daría al traste con su intento de ponerse en ventaja. Un balón que no representaba mayor problema para Osuna terminó en pesadilla cuando el meta García salió y, ante la falta de comunicación de ambos, el zaguero devolvió con la cabeza, techó a su arquero y Borja sólo tuvo que empujarla al fondo de la red.
El segundo tiempo tuvo las emociones a tope, la afición del Querétaro vio cómo su equipo se lanzaba al frente con pundonor, pero el espacio largó que dejó fue aprovechado por Matías Alustiza, que quitó al portero y puso el segundo de la noche.
Tras el gol, el preparador físico del Puebla, Eduardo Lovaglio, hizo una seña obscena a la afición del Querétaro para provocarlos, sin pensar que era un duelo de alto riesgo; pero al salir expulsado comenzó el éxtasis de los Gallos Blancos, que emparejaron el juego en dos minutos.
Primero un autogol de Chávez que entró dramáticamente a la meta enfranjada, después, una escapada del veloz Apodí por derecha que terminó con un centro que Cosme transformó en gol. Era la locura.
Pero la emoción no acabaría ahí, pocos minutos después Alustiza escapó solo rumbo al arco, pero fue derribado; el árbitro marcó el penal que el argentino cobró magistral engañando al arquero para concretar un triunfo que terminó en aplausos de la afición de Gallos a su equipo.