La arrogante e inolvidable noche olímpica parisina - ENRIQUE BEAS | RÉCORD
Opinión

Enrique Beas

La pluralidad es el camino correcto para fomentar mejores ideas. El deporte el motor de nuestras emociones como sociedad. Por eso trabajo convencido que todas las opiniones caben y detonan pasión. Abramos el diálogo.

La arrogante e inolvidable noche olímpica parisina

2024-07-27 | ENRIQUE BEAS
ENRIQUE BEAS
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Y París lo volvió hacer 100 años después para encender el fuego. El Sena en todo su esplendor y con tantas historias que se han albergado en sus nuevas aguas tratadas para volver a nadar después de cientos de años. Secretos que incluyen ya una Inauguración Olímpica. A su manera, a la que se interpreta con el Liberté, Legalité, Fraternité… y todos los nuevos conceptos que las generaciones actuales gritan y se identifican.

Entraron todos. Siguen siendo unos bohemios que desde el Can Can abajo de las faldas del Moulin Rouge erotizaron una puesta en escena en 6 kilómetros de desfile pluvial, hasta reinterpretar las cientos de batallas que han luchado para buscar los derechos tan pendientes de la mujer, la verdadera equidad, que sigue sin darse, o la lucha por sus Miserables, tan vigente que la batalla desde el teatro Chatalet con el último portador de la antorcha sigue generando vacíos y crisis desiguales en todo el mundo. Siempre en doble moral, siempre en doble mensaje.

París y su fantástica manera de expresarse, de interpretarse, apoyando a Ucrania y olvidando Palestina, con argelinos tirando rosas en honor a sus caídos en el Sena después de la masacre de 1961. Reviviendo el arte y las miles de obras del museo más grande del mundo para que las pinturas cobraran vida y se asomaran por el Sena, esas obras robadas o conquistadas que hoy yacen en Louvre. Hasta el director francés  de los Minions encontró de nuevo a la Mona Lisa. No olvidaron sus modas, sus queers y su agenda 2030, sus posturas woke que hoy definen los pensamientos que aún emanan de ese río quieto milenario. Bailaron y bailaron, con su paso del tiempo, con su ópera aún viva, con su metalirica, con su pop dance, con su nuevo hip hop… no se metieron con el Islam, le tienen miedo.

A Macron se le vio incómodo porque dejó de ser progre, Juana de Arco cientos de años después volvió a incomodar al establishment con un caballo del futuro. Los atletas en medio de todo, las leyendas en el Sena como Nadia, Carl, Serena y Rafa (dueño de Roland Garros) con el fuego camino a inmortalizar el cielo lluvioso en un globo aerostático salido de un cuento de Verne o de una idea de los hermanos Lumiere, de una ciudad que sigue generando ideas de avanzada.

Colonizadores y hoy extremadamente inclusivos, románticos y engreídos, enfrente de su catedral con un jorobado en el techo en plena reconstrucción de Notre Dame que hasta le volvieron a cortar la cabeza a su reina María Antonieta, mientras presumían sus medallas hechas de las obras de la Torre Eiffel envueltas en sus cueros extra lujosos para pagar millones hoy por un bolso de otro Luis en su legado que hoy reina el mundo de los diseñadores de la moda.

El hombre misterioso que caminó por los edificios parisinos, que vio sin ojos a Zidane, que se encargó de que Lady Gaga, Aya Nakamura, Juliet Armanet y muchos más cantaran para encender la pasión de las más de 6 mil mujeres y los más 6 mil hombres que en estos 18 días buscarán romper sus tiempos, sus sueños y alcanzar la grandeza del humano con una medalla en el cuello.

Vendrán días maravillosos en la Ciudad de la Luz, que puso como su testigo eterno al Río Sena para pedir paz en una nueva “Última cena”, que grita más fuerte que nunca que todos somos hijos de un dios o dioses griegos y que debe evolucionar para ver cantar a la raza negra La Marsellesa en el Grand Palais o prender el fuego Olímpico, así como adaptarse a nuestros días y pensamientos, herramientas y tecnología por ese eterno delirio francés por la libertad. Aunque los Juegos Olímpicos reclamen todos los periodistas y creadores de contenido los derechos de autor y bajen nuestros videos por estar en el Sena. ¡Bienvenidos, bienvenidos! A la arrogante e inolvidable noche parisina.

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