Agotado y con las manos sobre las rodillas antes de su servicio. Apoyándose en la raqueta entre punto y punto. Aferrándose a un tubo de hule del que sale aire frío en el cambio de cancha. Dos pausas para solicitar asistencia médica y una visita del fisioterapeuta.
Daniil Medvedev pasaba tantos problemas con el sofocante calor y la humedad el miércoles en el Coliseo Ariake, que en un momento del partido el juez de silla Carlos Ramos le preguntó si podía seguir jugando.
“Puedo terminar el partido, pero me puedo morir”, respondió Medvedev. “Si me muero, ¿tu vas a ser el responsable?”
Finalizado el partido, el segundo cabeza de serie que juega bajo la denominación del Comité Olímpico Ruso confesó que sintió tener “oscuridad” en sus ojos
“No sabía qué hacer para sentirme mejor”, añadió. “Estaba listo para desplomarse en la pista”.
Después de un poco de lluvia el día anterior, la temperatura aumentó a 31 grados Celsius (88 Fahrenheit), pero la sensación térmica era de 37 Celsius (99 Fahrenheit). El pavor de los tenistas por jugar en esas condiciones era generalizado.
“Después de 10 o 12 pelotas, estábamos los dos que parecía ‘The Walking Dead’”, ilustró el argentino Diego Schwartzman sobre la popular serie de televisión tras perder 6-1, 2-6, 6-1 ante Karen Khachanov en la tercera ronda.
De cualquier forma, Medvedev logró una victoria 6-2, 3-6, 6-2 sobre el italiano Fabio Fognini para instalarse en los cuartos de final del torneo olímpico.
La española Paula Badosa no corrió la misma suerte. Tuvo que salir de la pista en una silla de ruedas tras retirarse de su partido de cuartos de final contra Marketa Vondrousova por sentirse indispuesta. Badosa también tuvo que abandonar su compromiso de dobles mixto junto a Pablo Carreño Busta.