“Yo en mi otra vida fui japonesa”, asegura Jessica Laborde, cocinera oriunda de Cancún, cuando habla del país que le abrió las puertas en 1985, y que con sus oportunidades y obstáculos le ha hecho crecer como persona y valorar su aporte a la gastronomía mexicana en la tierra del sol naciente. Después de todo, la idea no era quedarse como residente en dicha nación, pero el destino y la vida le han deparado constantemente una aventura tras otra.
“Yo estudié gastronomía y turismo, entonces vine a un intercambio cultural de seis meses. Después me regresé a México pero antes de regresar me enamoré de un japonés. Entonces regresé para casarme y estuve con él seis años, tuve un hijo pero me divorcié, pues mi marido era miembro de la mafia japonesa y yo no sabía, por lo que regresé a Cancún con mi hijo de tres años”, relató.
Hoy su hijo es un exitoso empresario y tiene un negocio automotriz desde hace cuatro años en Aguascalientes, pero antes de eso sucedieron muchas cosas en su vida, pues la empresa turística en la que trabajaba en México la regresó a Japón, y ahí el amor apareció de nuevo, pues se volvió a casar hace 22 años y tuvo otro hijo, mismo que sacó adelante con mucho esfuerzo, creatividad y perseverancia.
“Siempre tienes que estar luchando contracorriente, yo soy una mexicana que llegó a enseñar la gastronomía de nuestro país. Mi esposo tenía un restaurante español, él también es chef, aprendí mucho de él sobre cocina española, fue mi maestro. Los mexicanos acá me animaron a abrir un lunch de comida mexicana en el restaurante español, y durante 15 años hacíamos ahí enchiladas bandera (con forma tricolor), quesadillas y flautas, eran un éxito. Incluso inventé una salsa que la bautizaron como la salsa Jessy”, recordó.
Cuando todo parecía perfecto, el restaurante cerró, pues tenían que tirar el edificio que ya estaba viejo, pero Jessica encontró en este golpe un nuevo impulso y decidió abrir el suyo, al que llamó ‘Qué rico’, mismo que fue un rotundo éxito durante cinco años y donde la gente debía reservar un mes antes para entrar. Todo esto lo logró sin apoyo y gracias a la improvisación que realizó con ingredientes, pues era complicado tener la materia prima para hacer sus delicias.
“La embajada nunca me apoyó en mi labor que estaba haciendo por la gastronomía mexicana, y era muy complicado encontrar insumos, no como hoy en día. Jamás me apoyaron con nada, en aquel entonces la gastronomía mexicana no era un boom, yo tenía que utilizar chiles tailandeses, empecé a hacer la nixtamalización de las tortillas con granos peruanos, también hice chiles en nogada con pimientos grandes en lugar del chile poblano. Tuve que abrir una empresa para importar mis cosas”, confesó.
Por desgracia, a veces cuando se apuesta con todo por el éxito, la vida puede llegar a cobrarte una factura muy alta en tu salud. La presión y el trabajo de Jessica consumió su tiempo y esto trajo consigo una fuerte depresión, así como una hernia hiatal que le dificultó el movimiento. En plena cúspide y ante la sorpresa de sus comensales, Jessica debió cerrar y parar un tiempo, se recuperó, y abrió un nuevo lugar de comida mexicana llamado ‘La Fiesta’, el cual duró dos años antes de que el Covid-19 lo frenó sin previo aviso.
“Nosotros en Japón vivimos como robots, todos están trabajando, en mi entorno yo veo a las mujeres que dicen ser felices, pero no es cierto, nunca están con sus maridos, si nos juntamos siempre estamos solas, o los hombres sin sus esposas. El país es muy bueno, es extraordinario si realmente nos volvemos japoneses, si olvidamos nuestras raíces latinas, pero te vuelves viejo, exitoso, y tu vida ¿Dónde quedó?”, reflexionó.
Actualmente, Jessica quiere volver a México, y decidió tomar otro camino en el mundo de la cocina al lanzar su propia marca de mole y mermelada envasada, que llevará por nombre ‘Wayanone’ (Bienvenido, en maya).
Asimismo, se encuentra escribiendo su libro ‘Historias de una chef’, la cual tendrá el estilo de ‘Como agua para chocolate’, al combinar recetas y vivencias personales. Además, se encuentra nominada al premio ‘El Taco de Oro’, reconocimiento otorgado a los mejores chefs aztecas en el extranjero. Pero más allá de todos los proyectos, premios o planes a futuro, lo que Jessica ha elegido después de todo es…ser feliz.