Cuando Nick Foles tomó los controles de Philadelphia en la semana 15, nadie imaginó que la historia terminaría con un MVP del Super Bowl LII.
Foles pasó a la historia luego de que, siendo quarterback, lanzó para touchdowns, pero también se dio tiempo de llegar él mismo a las diagonales.
Al final el encargado de suplir a un sorprendente Carson Wentz lanzó para 373 yardas y estar involucrado en cuatro anotaciones, lo que lo convirtió en el Jugador Más Valioso sobre la grama del U.S. Bank Stadium en Minneapolis.