San Petersburgo define bien los diferentes momentos históricos en el país: capital de la Rusia zarista, epicentro de la Revolución de Octubre, uno de los lugares más convulsos durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, y el lugar de la disolución de la Unión Soviética. Es actualmente la segunda ciudad más importante de la casa del Mundial.
Fue fundada en 1703 por Pedro el Grande, quien la bautizó con el nombre del santo patrono a la usanza germánica, y la convirtió en la capital del Imperio y en la ‘ventana hacia el mundo occidental’.
Inspirado en la ciudad italiana de Venecia, pronto propició su desarrollo. Desde entonces destacó como ciudad cultural, proliferaron los teatros, ballets, y fue lugar de inspiración para artistas como Dostoievsky, Pushkin o Tchaikovski.
Cuando Rusia entró a la Primera Guerra Mundial en 1914, la ciudad cambió su nombre a Petrogrado, un nombre más patriótico, según explican los rusos, pero el conflicto debilitó al imperio, la crisis económica y política se acentuaron, y para 1917, mientras el imperio mantenía sus riquezas y el pueblo moría de hambre, estalló la Revolución.
El buque Aurora dio el cañonazo que avisó del inicio del movimiento y los bolcheviques formaron el nuevo gobierno. En 1922 se fundó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y en 1927 Petrogrado cambió de nombre a Leningrado, en honor al líder de la Revolución, Vladimir Lenin.
En 1991, con la caída de la URSS, retomó su nombre original y actualmente es uno de los destinos turísticos más importante de Rusia.
Apenas un año atrás fue víctima de un atentado terrorista que no mermó su condición de anfitrión y promete ser una de las sedes más impactantes.