El hijo pródigo volvió a casa. Después de ocho años lejos del Nido, Guillermo Ochoa regresó al Estadio Azteca con la casaca del América en donde la afición le festejó todo y lo recibió como un ídolo.
Como es una costumbre en el futbol, los arqueros son los primeros en saltar al terreno de juego, en donde desde que salió del túnel, Memo provocó la euforia de los asistentes que lo ovacionaron.
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Previo al arranque del partido, el público volvió a rendirse a los pies del guardameta cuando fue mencionado por el sonido local, misma situación que sucedió cuando tocó su primer balón del encuentro.
Siempre concentrado, gritándole constante a sus defensas, pidiendo calma, que salgan rápido, que me den el pase a la otra banda, que regresen a defender. Cada instrucción culminó con algún aplauso del portero azulcrema.
Una pausa en el juego generó la oportunidad idónea para que las porras del América corearan a su guardameta, quien agradeció el gesto sonriendo y levantando las manos.
Los ataques del Pachuca eran escasos, pero Memo estuvo atento cuando fue requerido y se llevó los aplausos en dos ocasiones al quedarse con el balón tras un remate de cabeza de Víctor Guzmán y un remate cruzado de Edwin Cardona, generando la emoción de los aficionados.
Para la parte complementaria, en el gol de los de Coapa, Memo celebró la anotación apretando el puño para luego dirigirse de vuelta a su marco.
No importó qué hiciera Ochoa, si se tendía, si ganaba por arriba, si despejaba, la afición le aplaudió y lo ovacionó por todo en el regreso del arquero a casa.
Sin embargo, los errores de los compañeros terminaron la fiesta del cancerbero y la tribuna, ya que en los últimos minutos recibió un gol que provocó la molestia de la gente. El arquero se dedicó a motivar a sus compañeros, aunque con el semblante desencajado porque sabía que se les escapó el triunfo.