Sin la pegada de meses precedentes ni la firmeza defensiva de toda la era Simeone, el Atlético de Madrid es un líder hoy en duda, herido este sábado por el Levante y José Luis Morales para agitar la Liga en la misma medida que decae el equipo rojiblanco, que permitió el 0-1, reaccionó demasiado tarde y recibió el 0-2 de Jorge de Frutos cuando Jan Oblak subió al remate final.
No hay mejor ni peor síntoma que los resultados. El bloque de Diego Simeone ha pasado de lo primero a lo segundo con una rapidez imprevista. De sus 16 victorias en 19 jornadas a la única que ha festejado en cuatro citas, empatado por el Celta y por el propio Levante y superado por éste en el Wanda Metropolitano. No caía allí el Atlético desde hace 27 partidos. Desde diciembre de 2019. Quizá no mereció perder, pero lo hizo. Y eso desata la inquietud.
Son seis puntos sobre el Real Madrid y nueve, con un partido más, sobre el Barcelona. Hubo Liga antes y la hay ahora, entre otras cuestiones porque la caída defensiva del Atlético es visible. Su estructura, no hace mucho inaccesible, es más vulnerable que nunca en la era Simeone. Oculta en los últimos tiempos por su efectividad ofensiva, no hay evidencia más clara que el partido de este sábado.
Es cierto que el Levante ofreció una oposición certera, minimizó a su adversario y su orden, su plan y su salida al contragolpe funcionaban como lo había planeado Paco López, pero también que sin la concesión del Atlético nada habría sido igual como fue el 0-1 a la media hora, facilitado por Kondogbia -blando en un cruce que no admite términos medios al borde del área- y anotado por Morales.
No resultó extraño. No porque el Levante hubiera surgido mucho más por el marco de Oblak, sino porque cada vez que lo hacía incidía en la alarma permanente que siente últimamente el Atlético cuando defiende su portería. Son diez goles ya en las últimas siete citas de la Liga. En las 16 anteriores encajó seis. Ni siquiera el doble rebote del gol -en Felipe y Hermoso- lo sirve de excusa al Atlético, que tampoco es lo que fue en ataque. Sobre todo no es tan efectivo.
En todo el primer tiempo, apenas contó en el otro área una volea de Luis Suárez, un trallazo de Giménez, un tiro de Hermoso o algún testarazo. Nada muy complejo para el portero Dani Cárdenas, inesperado titular en el Wanda Metropolitano. Ni nada muy prometedor para el Atlético, que siente unas dificultades que antes, hace un par de meses, doblegaba con la contundencia de su fútbol, no sólo con la rotundidad de su pegada, de la que vive ahora el líder.
Ahí, algunas decisiones de Simeone -o algunas bajas- influyen de forma determinante en las últimas citas. Marcos Llorente es esencial en el Atlético, pero mucho más por el medio o en el ataque que como improvisado carrilero, donde volvió a proponerle Simeone en el once. Lo rectificó, como otros aspectos. Y el cambio es indiscutible, como también lo fue cuando acercó a Joao Félix a la portería contraria.
Hasta entonces, al portugués no se le vio, en esa pelea que tiene con la elección correcta muchas veces de la jugada apropiada en el momento exacto, pero también enjaulado en las exigencias tácticas; a Correa menos aún, relegado por momentos a toda la banda derecha, cuando no parece el futbolista más acorde para esa misión; y Luis Suárez no dispuso de ninguna ocasión de verdad en 50 y tantos minutos...
Hasta que el delantero uruguayo estrelló un lanzamiento de falta en el poste, hasta que entre él, Marcos Llorente y Joao Félix relanzaron el partido y a su equipo para dirigirlo más cerca del gol. Fue entonces cuando el portugués falló lo que no se debe fallar dos veces, aunque una con la atenuante de la parada de Cárdenas, y fue entonces cuando el Levante tuvo más dudas que nunca. Le faltó pegada. Y cayó por 0-2 en el minuto 94, en un lanzamiento lejano de Jorge de Frutos con Jan Oblak en el otro área. La Liga exige más.