No recuerdo que un juego se sintiera tan abrumador desde el primer minuto que lo juegas. El ver un desierto inmenso frente a ti, desolado, sin nada que te indique hacia dónde ir o qué hacer, te inunda de una sensación agobiante y desesperante; sin embargo, la misma soledad y belleza del paisaje resulta al mismo tiempo inspiradora.
Esto es justo lo que entrega Vane, el esperado título debut del estudio independiente Friend&Foe, cuyos miembros fueron partícipes de obras como ICO, The Last Guardian, y Battlefield 3, por lo que no resulta extraño encontrarnos con este tipo de aventura.
Tras una pequeña introducción en la que te verás en los pies del personaje principal, un niño al que es rechazada la entrada a cierto lugar para ser testigo de cómo se destruye el mundo en el que se encuentra (disculpen la ambigüedad, pero así es justo como uno se siente en el juego), comienza tu travesía en Vane ahora en forma de un pequeño pájaro.
Frente a ti sólo verás un territorio desértico y, al emprender el vuelo, simplemente surcas el cielo sin saber exactamente por qué; el título está hecho de esta forma y es tu propia intuición la que te va guiando, por lo que en un principio puedes sentirte cansado de ello, pero las texturas gráficas y los atisbos de la banda sonora que suena de repente te cautivan para seguir tu camino.
Una vez que aprehendes la dinámica del juego, cuyas mecánicas son tan básicas como el mundo mismo, empiezas a descubrir que el mundo de Vane tiene ciertas inconsistencias en su gameplay y la experiencia inicial se pierde en las siguientes escenas, que empiezan a develar el misterio del territorio en el que te encuentras y el porqué de la desolación.
Para haber sido anunciado en 2014, Vane es un juego bastante corto si te enfocas en avanzar en la aventura y la imposibilidad de salvar tu partida cuando gustes puede resultar molesto; aun así, la experiencia es única y se vuelve tan introspectiva como tú desees. Un trato justo para cualquier entusiasta de este tipo de odiseas.