El verano de 2010 fue un parteaguas en la vida de Mookie Betts. El incesante calor abrumaba aún más a los peloteros que asistieron a la escuela Middle Tennessee State University para tratar de impresionar a decenas de visores que buscaban encontrar en la localidad de Murfreesboro, donde entre cientos de participantes un joven de 17 años brilló cual diamante en bruto.
Su nombre era Mookie Betts, un hasta entonces desconocido muchacho, quien se lanzó a través del infield, se deslizó y giró para realizar una atrapada que dejó boquiabierto a Danny Watkins, un scout que no lo dudó dos veces para anotarlo en la lista de prioridades de los Red Sox, que finalmente lo eligieron en el Draft de 2011. Así comenzó la historia del nacido el 7 de octubre de 1992 en las Mayores, donde recién se convirtió en el segundo pelotero mejor pagado.
Betts lo ganó todo con los Red Sox, fue cuatro veces galardonado con el Guante de Oro, se adjudicó el premio al Jugador Más Valioso de la Liga Americana en 2018 y fue la pieza angular de la obtención del trofeo del comisionado en la Serie Mundial de ese mismo año con Boston. La campaña anterior bateó para .295 con 29 jonrones y 80 impulsadas el año pasado, números debajo del promedio de .346 con el que lideró la MLB en 2018, cuando registró también 32 cuadrangulares y 80 empujadas.
Pero a pesar del ligero bajón estadístico, el patrullero derecho de 27 años quería que se le pagara más que nadie en la historia del beisbol. El Impuesto al Balance Competitivo obligó a los petirrojos a desprenderse de él y los Dodgers no dudaron un instante en ofrecerle un atractivo contrato por un año, mismo que se transformó en un acuerdo por 12 años y 365 millones de dólares, una cantidad que lo pone solo por debajo del salario de Mike Trout con Angels.
“Los Dodgers ahora son favoritos en la National League (con la llegada de Betts), los veo a la par de los Yankees para el título. Es tener a la mejor novena de las Grandes Ligas”, dijo Joshúa Maya, colaborador de RÉCORD.
Con su arribo, la versión de los Dodgers de Dave Roberts dejó de ser una Mona Lisa sin sonrisa para convertirse en una auténtica pieza de arte. Los 32 años de espera en Los Ángeles para tener un nuevo cetro en sus vitrinas parecen ahora cuestión de semanas para desecharlos a la basura, pues a pesar de afrontar una temporada comprimida por la pandemia, son uno de los grandes favoritos para destapar el champagne.
TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: MLB: NATIONALS Y YANKEES LUCIERON PLAYERAS DE 'BLACK LIVES MATTER'
