Las pequeñas calles del poblado de Leverkusen, con sus casas que parecen, literalmente, sacadas de un cuento, dan paso a la pequeña joya del occidente germano: el BayArena, desde donde el Bayer busca hacerse un lugar, pronto, entre la élite europea.
Con sólo 30 mil asientos, el estadio está lejos de los grandes recintos 5 estrellas de la UEFA, pero su espléndida arquitectura ha sido el contrapeso: las tribunas, altas y muy cercanas al terreno de juego generan una atmósfera vibrante, mientras que sus lujosas instalaciones son la envidia de otros inmuebles, enormes, sí, pero avejentados y descuidados.
El recinto es un todo en uno: en sus pasillos están las oficinas del club y en sus salones también recibe reuniones de trabajo de la farmacéutica Bayer, su propietario. Las canchas de entrenamiento están a menos de 100 metros de la entrada principal, así que después de cada práctica llegar al vestuario toma sólo unos pasos.
Renovado hace sólo seis años, el estadio se resistió a incrementar su capacidad, que les garantiza el lleno en cada juego de Liga o de Copa. Las aspiraciones del club, sin embargo, van más allá de lo que la pequeña tribuna sur, con 10 filas de asientos, puede ofrecer.
La próxima semana el BayArena recibirá a Leo Messi y compañía en juego válido por la Champions League, la clase de encuentros que Leverkusen desea recibir siempre; si por supuesto, si la 'caja de Aspirinas’ tuviera 90 mil localidades sin duda se usan todas.
Los planes de expansión del Leverkusen a nivel local e internacional son ambiciosos y podrían cumplirse en la siguiente década. Un equipo campeón de la Bundesliga o protagonista en Europa, en el papel, necesita una casa de mayor envergadura. Para el Bayer, no obstante, su pequeña, lujosa y funcional joya es un aliado al que no quieren cambiar su esencia.