Es Alemania y es la Bundesliga. Y el rival no es cualquiera, sino el siempre complicado Schalke. Así que poco importa el frío y la lluvia cuando la BayArena espera.
El rito de la afición del Bayer Leverkusen implica, sí o sí, cerveza, que sin duda debe caer mejor en el verano que en el frío de las últimas tardes de noviembre. Empero, poco importa cuando el reto es vencer en la tribuna a la estruendosa barra del Schalke.
No hay instante para el silencio en la casa del Leverkusen: primero mucha música, desde antes de que los equipos salten al campo; luego, tras el silbatazo inicial son cánticos. Incluso en el medio tiempo, un animador se encarga de mantener el ánimo caliente, porque ojo, el termómetro ya cayó varios grados centígrados.
El árbitro debe tener claro que si decide marcar algo que no le parezca al BayArena, el reclamo será gigantesco, ninguno de los 30 mil aficionados se guarda el reclamo.
El volumen sólo baja tras el gol del Schalke, pero se reactiva de inmediato cuando Chicharito toma el balón y trata de sorprender desde fuera del área. Con el gol, el rugido es ensordecedor.
No hay rechifla ni reclamos cuando el silbante decreta el 1-1 final. El rito del Leverkusen incluye aplaudir a sus hombres por la entrega. Quiza la cerveza haga olvidar un poco que en casa se quedó sólo un punto en vez de tres.