JAVIER CARMONA
"Ser de Pumas es un sentimiento", gritaban los fervientes aficionados felinos, mientras a las 13:00 horas daban el banderazo de salida a la caravana auriazul, para tomar por asalto el Estadio Azteca.
Las mantas, los instrumentos y miles de fanáticos, anunciaban que iban a copar el Coloso.
La avenida Insurgentes y la lateral de periférico se tiñeron de azul y oro durante dos horas, sin importar las inclemencias del clima, o los kilómetros que había que recorrer a pie para llegar a la casa del enemigo.
Y es que la fe estaba intacta y poco importaba que en el papel los Pumas lucieran en desventaja, porque además de la cancha, había otro lugar donde estaba prohibido perder: en las gradas.
Los goyas retumbaron, abrieron paso a los cerca de 5 mil aficionados, que esta vez cumplían con una marcha pacífica, dejando atrás los incidentes que pasaron hace un año, cuando la caravana causó desmanes durante su trayecto.
Las cervezas corrían con el paso de la distancia recorrida, hacía que el valor y la fuerza de los cánticos se hicieran cada vez más fuertes, porque se acercaban al Coloso de Santa Úrsula y había que hacer sentir la presión de la afición universitaria.
La recepción en el Estadio a la caravana, distorcionó lo ocurrido durante la marcha, pero esa es otra historia.