Diego Armando Maradona: El Mundial de México 86, su momento más sublime

Diego Maradona levantando la Copa del Mundo
Diego Maradona levantando la Copa del Mundo
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MEXSPORT
EFE
| 30 Oct, 2020

Diego Maradona cumple hoy 60 años de una vida que se asemeja a una montaña rusa y cuyo punto más alto fue la conquista del Mundial de México’86, un logro que el exfutbolista argentino resume con esta frase: “El momento más sublime de mi carrera, el más sublime”.

De aquella epopeya, también la más gloriosa del futbol argentino, han pasado ya 34 años, un tiempo largo que la ha magnificado aún más, pues ni siquiera Lionel Messi y su generación, ni las generaciones anteriores, han podido emular lo hecho por Maradona y una selección albiceleste que desde entonces llegó al olimpo del deporte rey.

Sin embargo, el momento más sublime de Diego Maradona vestido de corto tuvo un antes similar a la montaña rusa que ha sido su vida, con ascensos lentos llenos de suspenso y descensos a puro vértigo colmados de peligro.

Diego Maradona en acción ante Bélgica

Diego Maradona en acción ante Bélgica|MEXSPORT


“Lo que nadie entendió, nunca, fue que nuestra fuerza y nuestra unión había nacido de la bronca que nos daba haber tenido que luchar contra todo. Así tenía que ser, ¿no? ¡Si era un equipo mío! Un equipo hecho desde abajo y contra todos”, relata Maradona en el libro biográfico ‘Yo soy El Diego’.

La conquista del Mundial de México’86 se inició, según Maradona, un día de enero de 1983, cuando terminaba su recuperación de una hepatitis que lo aquejó a finales del año anterior y se encontraba en Lloret del Mar, en la Costa Brava española.

Maradona era la estrella máxima del Barcelona, a donde había llegado como el fichaje más cotizado tras el Mundial de España’82. La hepatitis fue el primero de los varios problemas que le impidieron triunfar como él, la hinchada culé y la prensa lo esperaban.

“Yo me estaba preparando para correr y en eso apareció (Carlos) Bilardo, que ya era el nuevo técnico de la selección argentina. Me saludó con un beso, me dijo que si yo tenía alguna exigencia económica para jugar en la selección, y luego, cuando le respondí que de ninguna manera, me ofreció ser el capitán del equipo”, contó Maradona en la revista El Gráfico.

El entonces futbolista de 22 años quedó mudo de la emoción y enseguida lloró como un niño a quien le dan el regalo más anhelado.

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“Ser el capitán de la selección era lo que siempre había soñado. Era representar a todos los futbolistas argentinos. Yo quería ser el patrón, el número uno de Bilardo, y lo fui”, agregó Maradona a la misma publicación.

El segundo está considerado como el mejor gol en la historia de los Mundiales. Maradona recibe la pelota detrás de la raya de mitad del campo por la zona derecha y se va en diagonal hacia el arco de los ingleses, en una trayectoria en la que elude a seis jugadores rivales y, trastabillando, la empuja al fondo de la red con el pie derecho.

“Fue el gol soñado y lo hice en un Mundial. Quise poner las fotos de la secuencia, en tamaño grande, en la pared encima de la cabecera de la cama. Junto, una foto de mi hija Dalma (la única que tenía por entonces) y una inscripción abajo que dijera ‘lo mejor de mi vida’. Nada más”, agrega en ‘Yo soy El Diego’.

El triunfo ante Inglaterra fue la cereza del postre para Argentina, que en semifinales derrotó por 2-0 a Bélgica con dos golazos de Maradona. Anímicamente, la Albiceleste era invencible y futbolísticamente estaba lista para alzar su segunda Copa del Mundo.

El 29 de junio de 1986 se jugó la final. Alemania era el rival y el estadio Azteca, el escenario. Argentina se puso arriba 2-0, pero en cuestión de seis minutos, entre el 74 y el 80, los germanos empataron 2-2 con dos tantos de cabeza.

“Hasta los mexicanos se nos volvieron en contra, cantaron los goles de los alemanes. Los latinoamericanos éramos visitantes ahí, justamente en el Azteca”, rememora Maradona, que justo en el minuto 83 asistió con maestría a Burruchaga para que anotara el 3-2 de la victoria, el del título mundial.

El Diego’ lo sintetiza así: “Yo miraba de reojo al árbitro, el brasileño Arppi Filho, y cuando levantó los brazos y pitó el final ¡me volví loco! Empecé a correr para un lado, para el otro, me quería abrazar con todos. Sentí en el cuerpo, en el corazón, en el alma, que estaba viviendo el momento más sublime de mi carrera, el más sublime”.

Tan sublime, que aún tres décadas después, en cada celebración, en cada fiesta, Maradona agarra una réplica de aquella copa del mundo y se fotografía abrazado a ella, como quien abraza el recuerdo de lo que nunca volverá a repetirse.

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