A México le falta para la trascendencia olímpica, periodismo incluido

La fiesta parisina removió fibras sensibles como sólo pueden los Juegos Olímpicos. Nos exaltó con la euforia de la conquista entre los mejores, nos impresionaron con más sorpresas y hasta sonoros fracasos; la culminación de historias fantásticas provocó lágrimas de emoción. Desde la polémica inauguración hasta la espectacular clausura que abrió paso a la edición en Los Ángeles.

París 2024 también nos recordó con crueldad la máxima con la que nos topamos como nación cada cuatro años: cuánto le falta a México para ser trascendente en Juegos Olímpicos. Es la despiadada realidad que nos cuesta aceptar. Y seguimos buscando culpables por no tener más medallas: desde Gobierno, el villano favorito, hasta directivos del deporte federado, e incluso a atletas, los más apapachados, protegidos por el mérito del esfuerzo individual, que es un concepto venerado en la sociedad mexicana, elevado a cualidad casi divina.

Seguimos aspirando a alcanzar un escalafón más alto en el medallero pensando que hay con qué, algo similar al futbol, en el que pensamos que nuestra Selección puede colarse entre las ocho mejores en un Mundial por arte de magia y fe. Pero no podemos. Los líderes de la tabla de preseas son potencias, no sólo deportivas, sino como naciones en influencia mundial, categoría política y económica, con alta calidad de vida. De primer mundo, pues. México fue 65, sin oros, con tres platas y dos bronces.

La raíz del problema de repartir culpas sin más argumento que la calentura del momento al ver fracasar a nuestros atletas la podemos encontrar en parte por la falta de un análisis de una prensa deportiva más profesional, una que sí investigue y razone, que no se encienda sin cordura como pasa en el debate futbolero en las mesas de los programas de televisión.

Pensar en un mejor periodismo deportivo mexicano es pedir peras al olmo. Basta recordar en manos de quién está secuestrada la cobertura de los Olímpicos: de Televisa, dedicada (con alta calidad) a la transmisión, que prioriza una novela con Wendy Guevara o la comedia sobre dar contexto correcto de la problemática en nuestro deporte; y de Claro Sports, que a pesar de tener al grandioso Alberto Lati, también tiene condicionado la crítica a favor del Comité Olímpico Mexicano, al que le paga por los derechos. El mejor ejemplo es que uno de sus comentaristas, Bernardo de la Garza, fue al mismo tiempo el jefe de misión de nuestra delegación en París.

Tampoco puedo absolver de la responsabilidad informativa a RÉCORD, cuyo principal pecado, como tantos otros medios relevantes, es acordarse del deporte federado cada cuatro años, sin dar reflector a los problemas que enfrentan nuestros atletas en el camino a la gran justa olímpica.

Se acabó París 2024, pero no la lucha de México por ser más relevante en la cita deportiva más importante del planeta. Y aunque en Los Ángeles 2028 nos irá mejor, pues es como competir en casa, tampoco debemos permitir que el periodismo de televisión nos engañe para pensar que podemos dar un brinco enorme en el medallero por arte de magie y fe.

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