Simone Biles voló rumbo a Tokio con la carga de ser la nueva cara de los Juegos Olímpicos y tras una difícil estadía en el país del sol naciente, la gimnasta al fin está de regreso en casa. Su familia y vecinos decidieron darle una bienvenida digna del tamaño de atleta que es y demostrándole el gran amor que le tienen como persona.
La joven de 24 años fue recibida en el aeropuerto de la ciudad de Houston por una multitud que se dio cita para reconocerle el coraje y valor que mostró en la justa veraniega. Todo el estrés que vivió la estadounidense en Tokio 2020 se ha transformado en amor que viene de sus admiradores, sus fans y hasta su bulldog francés, quien también estuvo en la terminal aérea.
Detrás del cubrebocas, Biles sonreía de oreja a oreja. Decenas de cámaras apuntaban a su rostro con la esperanza de capturar la reacción de la nueva imagen de la salud mental en los deportistas. La victoria para la gimnasia en estos Juegos Olímpicos trasciende al número de metales obtenidos sino al precedente que sembró en el olimpismo y las disciplinas en general.
Una vez que abandonó el aeropuerto de Houston, Biles subió a un auto convertible y un improvisado desfile se montó en los alrededores de su hogar. Su comunidad, sus vecinos, amigos y familiares vitorearon a la gimnasta como si hubiera arrasado con las medallas en Tokio. El aplauso y los gritos de animo fueron la recompensa al valor que Biles recibió a cambio de un desgastante proceso olímpico.
Jordan Chilles, compañera del equipo de gimnasia de Biles, también se unió a las festividades en Houston. Las representantes de las barras y las estrellas recibieron un trato de realeza, prueba de que el deporte puede sacar lo mejor de cada individuo y su esfuerzo ha sido recompensado con la idolatría.
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