Hay noches en las que la melancolía por esos sueños no materializados sirven de inspiración para los grandes genios, que hacen de la desolación el artilugio idóneo para materializar una maravilla.
El primer juego de Seahawks en el otrora ruidoso CenturyLink Field no contó con esa estruendosa melodía emanada por el jugador número 12 debido a la pandemia, pero contrario a lo que pudiera haber sido un ambiente de pesadez por la ausencia, brindó el clima idóneo para que Russell Wilson elevara su talento a un nivel superlativo.
Seattle fue famosa en la década de los 90 por inspirar con sus noches taciturnas a artistas que allí hallaron la inspiración para hacer del grunge un género que revolucionó la música para siempre y ese mismo ambiente propició un partido de antología que terminó por ser ganado por los Seahawks por pizarra de 30-35 ante unos Patriots cuyo engranaje ahora liderado por Cam Newton aún no funciona como aquel reloj suizo cuya sincronía respondía al ritmo de Tom Brady.
Respaldado por una defensiva de terror con Jamal Lewis como nuevo maestro de ceremonia, Wilson lanzó para 288 yardas, cinco pases de anotación repartidos entre cinco diferentes receptores y una intercepción, su primera de la temporada. El pasador de 31 años le ganó el duelo personal a ‘Súper Cam’, quien lanzó para 397 yardas, un touchdown y una intercepción, además de dos anotaciones más por tierra para convertirse en el tercer jugador en 70 años con tres juegos en su carrera con más de 300 yardas de pase y 2 TD por la vía terrestre.
Y como toda buena epopeya, el partido tenía que definirse entre un manojo de emociones que pusieran al límite los latidos del corazón. Cam y sus Pats llevaron el ovoide hasta la yarda 1 rival con nueve segundos en el reloj, pero esta vez Bill Belichick no tuvo la brillantez de elegir una jugada inesperada y corrió con Newton, lectura obvia para Pete Carroll y los suyos que lo detuvieron para sentenciar una épica victoria que enmarcó una velada atípica en la nostálgica Seattle.