Nació como una coincidencia, diseñado sobre una servilleta y años después, rebautizado en nombre de una leyenda del juego que falleció a causa del cáncer. En un principio, bajo el nombre de World Championship Game Trophy, ahora es el Vince Lombardi.
El codiciado trofeo de 55 centímetros es más que un simple galardón; incluso su valor comercial, de 25 mil dólares, se queda corto con relación a los años de historia y las inimaginables batallas que se han librado en su honor.
En 1966, de cara al que sería el primer Super Bowl de la historia, se fraguó un romance de décadas entre la NFL y la afamada casa de joyería, Tiffany & Co, que en ese año y hasta la fecha, se ha encargado de dar forma a una de las joyas más preciadas en el mundo del deporte.
Fue Oscar Riedner, vicepresidente de la firma a mediados del siglo pasado, quien trazara casi de improviso el botín soñado por jugadores, franquicias y aficionados. Una simple servilleta fue el lienzo ideal para el nacimiento de la corona del emparrillado, que en un origen fue nombrado como el Trofeo del Juego por el Campeonato Mundial.
Todo ocurrió durante un desayuno entre Pete Rozelle, comisionado de la National Football League, y el prestigiado joyero, quien no necesitó más que un almuerzo para definir en primera instancia uno de los máximos emblemas en cuanto a competiciones se refiere; ni qué decir de todo lo que representa como ícono para un país entero.
Como la simpleza de un papel no bastaba para reflejar todo lo que el emparrillado hacía sentir tuvo que llegar el lujo, y fue entonces cuando se empleó la plata 'sterling', con una pureza del 92.5%, para dar notoriedad al ostento meritorio para un campeón que suda hasta la última gota en una batalla sin tregua.
Lo único equiparable al legendario trofeo hecho a mano, durante cuatro meses y de forma artesanal, es la vida y obra de Vincent Thomas Lombardi, legendario entrenador de los Empacadores de Green Bay y de los Pieles Rojas de Washington, y quien se erigiera como Campeón durante las dos primeras ediciones del Super Bowl.
"Nunca he perdido un juego, solo no tuve la cantidad de tiempo necesario para lograr la victoria”, expresó alguna vez el legendario head coach, y justo así ocurrió el 3 de septiembre de 1970, cuando el reloj le jugó en contra y puso fin a una vida que, con el tiempo necesario, pudo haber acuñado decenas de preseas.
A Lombardi se le detectó cáncer de cólon en una etapa casi terminal. Era junio de 1970 cuando la fatídica noticia de su padecimiento sacudió al mundo del deporte. Tres meses no bastaron para que lograra el triunfo más importante de su existencia; sin embargo, una semana antes de perder la vida alcanzó la inmortalidad tras el anuncio de la National Football League por rebautizar el cetro que conquistó en dos ocasiones.
El también miembro del Salón de la Fama es el ejemplo perfecto de lo que representa el lujoso trofeo. "El único lugar donde el éxito está antes que el trabajo es en el diccionario", pregonaba una y otra vez, dando forma a una metáfora que 46 años después se mantiene como canon absoluto del Super Tazón.
Ahora todo aquel que anhele poner sus manos sobre el Vince Lombardi tiene que dejar hasta la piel sobre el terreno; el trabajo de una campaña entera, con lesiones, descalabros y hasta decepciones, siempre precederá a la gloria absoluta de saberse en lo más alto del juego, ese único punto donde el ovoide deja de ser cuero para brillar como sólo lo haría el nacido en Brooklyn, Nueva York.