El silencio se apoderó de la Arena Ciudad de México, las butacas vacías y el frío se sintió en sus pasillos. Hace falta uno de los ingredientes más importantes de la lucha libre: el público.
Las calles aledañas al coloso de la alcaldía Azcapotzalco no estuvieron llenas de puestos de máscaras y playeras que por lo regular llegan hasta el rastro de avenida de las Granjas. El ambiente a la entrada del recinto daba una sensación similar a la de entrar a una casa abandonada, en donde uno sabe que no hay una sola alma y que carece del calor de la afición.
Se esperó hasta el último minuto para saber si la aficionó podría pasar a la Arena Ciudad de México y lamentablemente la situación sanitaria no mejoró. A pesar de ello, la familia Roldán Peña hizo un gran esfuerzo por darle al público la fiesta que estuvo esperando todo el año.
Las sonrisas de los viejos conocidos, de los compañeros y del talento que se acercó a saludar a quienes tuvimos el privilegio de estar aquí para este magno evento le han dado ese calor que ha hecho falta en el escenario. La familia de la lucha libre mexicana está de pie y celebrando que podemos seguir de pie y disfrutando del deporte nacional por excelencia.