Si existe una noche, un partido, un milagro, una hazaña clavada en el corazón de los americanistas y en la cabeza de los cementeros, es la Final del Torneo Clausura 2013, cuando de manera inimaginable, el América dio vuelta a serie que definió al Campeón y que significó el primer título para Miguel Herrera.
La hazaña no podía tener mejor escenario, el Estadio Azteca se vistió de gala para recibir a las aficiones de América y Cruz Azul, en donde los celestes llegaban con la ilusión a tope de ver campeonar a su equipo después de 16 años de sequía.
En la Ida, el equipo de Guillermo Vázquez se había llevado la ventaja por la mínima diferencia, misma que amplió en los minutos iniciales del choque de Vuelta, que aunado con la expulsión de Jesús Molina, quien dejó en desventaja a las Águilas desde el primer tiempo, el título para los de la Noria parecía irrevocable.
La afición celeste celebraba y se supo que algunos ya estaban merodeando el Ángel de la Independencia para explotar y desahogar el grito que por muchos años estuvo reprimido.
Y cómo no pensar en el campeonato a falta de cinco minutos para el final, con dos goles a favor y la ventaja numérica de hombres en la cancha; lo que llevó a que el entonces presidente del club azulcrema, Ricardo Peláez se dirigiera hacia los vestidores derrotado antes del silbatazo final.
Pero apareció el defensor Aquivaldo Mosquera para recortar distancias en una jugada a balón parado en donde el colombiano remató a plenitud para devolverle la ilusión al equipo a falta de un minutos para que el encuentro terminara.
El gol revivió a las Águilas, y se lanzaron con fuerza al ataque logrando encerrar a su rival dentro del área hasta que llegó el histórico córner que llevó a la gloria eterna al portero, Moisés Muñoz.
El centro llegó pasado y parecía muy alejado de la zona de peligro, pero a Muñoz eso no le importó y se lanzó con una palomita llena de convicción para dejar el último esfuerzo en los noventa minutos, conectó con el balón y en su camino se cruzó con el pie de Alejandro Castro, quien hacía lo propio para tratar de tapar el remate; sin embargo, para la fortuna del guardameta la pelota cambió de dirección dejando sin oportunidad a Jesús Corona, quien simplemente vio cómo caía su marco en la última jugada del partido.
Los tiempos extra fueron obligados y poco se recuerda de ellos, pero tuvo que ser hasta la tanda de penaltis donde el América consiguió sellar una de las hazañas más recordadas del fútbol mexicano, cuando Miguel Layún convirtió el penalti del título a pesar de haber resbalado un instante antes de pegarle al balón.
Las imágenes a posteriores son inolvidables, especialmente la de Miguel Herrera quien bajo la tormenta que azotó esa noche al sur de la Ciudad levantaba los puños y gritaba con fuerza su primer campeonato.
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