Vas ganando, quieres festejar. El calor sofoca, la cerveza sería el mejor aliado para ese momento, pero el destino, las normas, la misma seguridad, te juegan en contra.
El primer tiempo está terminando y el único grito que conoce la porra de Cruz Azul que se ubica en la cabecera es el de: "chelas, chelas".
Una vendedora de la misma cabecera pero ubicada a un costado, junto con la afición, trata de responder al llamado. Prepara su charola con más de 10 cervezas, sabe que si logra cruzar la reja la venta es segura.
Carga en el hombro el líquido ansiado. "Chelas, chelas" no dejan de gritar desde la porra celeste como si el alma se les fuera en ello. La escena parece a la de un sediento en medio del desierto.
Un policía intercepta a la vendedora, las chelas no pueden pasar a la zona de seguridad. Los encargados de mantener el orden también se encargan de mantener sobrios a los barristas.
La chica observa el mapa, intenta barajar unas escaleras para después subir un hueco; otro policía la intercepta. Es inútil, su misión ha fracasado.
Termina el primer tiempo y los barristas bajan a hidratarse con la ansiada cerveza sólo tendrán 15 minutos para disfrutarla.