Un torbellino de futbol ofensivo, arrollador y rebosante de confianza pese a sus limitaciones puso fin a la aventura europea esta temporada del Sevilla, que hincó en la prorroga ante el West Ham (2-0) en la caldera del Estadio de Londres.
La Vuelta de los Octavos de Final de la Europa League fue in vibrante choque de estilos entre la verticalidad y la energía de los ingleses frente a la técnica y el ritmo pausado que quiso imprimir el Sevilla más preocupado por defender que por atacar.
Tuvo que ser el ucraniano Andriy Yarmolenko, jaleado por una grada nada más por poner el pie en el campo, quien regaló a su país un momento de gloria en sus horas más sombrías.
El héroe ucraniano de una noche histórica para los londinenses doblegó con su gol en la prórroga a un Sevilla que presentó digna batalla, aunque nunca pudo igualar la intensidad inglesa.
Desde antes del partido, la excitación era palpable en el este de la capital británica. Para todo un hexacampeón de la competición como el Sevilla el duelo era uno más de los muchos que han jalonado su paso por Europa en los últimos años.
Para los locales, en cambio, se trataba del partido de futbol más importante en la historia del Estadio de Londres, el mismo que acogió los Juegos Olímpicos de 2012 y que aloja a los Hammers desde hace seis años. Hacía más de 40 años que el West Ham no pisaba unos Cuartos de Final en una competición europea.
Desde el pitido del árbitro, el club de la clase trabajadora de Londres dejó claro que no tenía intención de dejar escapar ni un segundo para empatar cuanto antes el 1-0 que arrastraba de la ida.
Los entrenados por David Moyes no dejaban pasar a los sevillistas del centro del campo, donde Soucek y Rice imponían ley y músculo. Imposible no acordarse de un Fernando que iba a ser de la partida pero que en el último momento se quedó hasta fuera del banquillo.
Superados los primeros 20 minutos de achique constante de agua pero sin excesivos problemas defensivos, el Sevilla entendió que era su momento para exhibir otra propuesta futbolística. El brío dio paso a las combinaciones.
Así llegó la primera gran ocasión del partido, un buen disparo a quemarropa de En-Nesyri tras pase de Augustinsson habilitado por un taconazo de Martial. El único ingrediente que falló en esa combinación fue la maravillosa parada a una mano y a contrapié del exmadridista Areola.
Dos minutos después llegó la réplica de Bono en la portería visitante. Detuvo por bajo un uno contra uno del ariete local Michail Antonio y Gudelj evitó que Soucek llegase al rechace.
Antonio es la definición de incordio. Siempre encara y no se achica gracias al armazón de gladiador que lo protege. Tampoco es el más técnico de los delanteros, pero se tiene una fe que le ha hecho dar el salto de calidad después de una larga carrera en la segunda fila del fútbol inglés
Quién, si no el internacional por Jamaica, iba a regalar un pase que llevaba certificado de gol y que permitió al West Ham igualar la eliminatoria. Ante un Sevilla muy hundido en defensa, Antonio recibió en el pico del área y la puso al segundo palo, el escondite favorito de uno de los mejores llegadores del fútbol europeo, Tomas Soucek.
El checo impuso sus centímetros y su voracidad ante Augustinsson y puso la pelota en un lugar al que ningún portero del mundo habría podido llegar.
Todavía gozó de una buena oportunidad el Sevilla en un remate desviado por muy poco de En-Nesyri antes del descanso, pero el árbitro señaló los vestuarios inmediatamente después.
Idéntica dinámica para comenzar el segundo tiempo. Soucek fusiló desde dentro del área, aunque algo escorado a un Bono que repelió firme el disparo.
El West Ham se desplegaba por oleadas. Fútbol de ataque en pura esencia. El Sevilla recordaba con picotazos que aspira a su séptima Europa League, como en un buen remate de En-Nesyri en el 55 que se fue por poco u otro de Tecatito Corona en el 70 que corrió la misma suerte.
Bastante tenían los españoles con defenderse. Por el centro, por los lados, con Antonio a la heroica o con llegadas por banda, los Hammers acogotaban a un Sevilla que no conseguía bajar las revoluciones al partido.
Poco a poco el cansancio hizo mella en ambos equipos, que empezaban a no ver lejos la posibilidad de una prórroga. Fue ahí, cuando el balón comenzó a rasear, que el Sevilla se reencontró consigo mismo. Por fin corría el esférico y no los jugadores, y salía a relucir el mayor talento técnico de los españoles.
El partido entró en los últimos minutos a cara o cruz. Los dos equipos se resguardaban más y los ingleses ya no salían como enajenados al ataque cada vez que agarraban el cuero.
A la prórroga. Y de nuevo el ímpetu hammer tras el saque de centro, asidos al bullidor Antonio, siempre muy bien asistido por el español Fornals.
Lopetegui movió el banquillo, algo que hasta entonces solo habían hecho una vez por bando en el tiempo reglamentario. A escena Rafa Mir, Munir y Luismi para refrescar la línea de ataque y sorprender a la contra a un West Ham que seguía llevando la iniciativa.
Al enésimo saque de esquina botado por Fornals no enchufó de milagro Soucek, una vez más acechando al segundo palo. El Sevilla parecía bastante más interesado en que los minutos pasasen y que fuese la suerte de los penaltis la que decidiese la clasificación.
Pero a menos de diez minutos del final, la fe del West Ham tuvo su premio. Un disparo de Fornals, imperial a lo largo de todo el encuentro, fue rechazado por Bono, y Yarmolenko apenas tuvo que meter la puntera para convertirlo en gol.
El West Ham conseguía así su ansiada clasificación a cuartos tras más de cuatro décadas, y el Sevilla caía tras haber ganado en la ida solo por segunda vez en 21 ocasiones en la UEFA o Europa League.