Barcelona sufrió un 'dejavú' de lo que le pasó en Roma, pues volvió a perder una ventaja de tres goles y sufrió el infortunio de otra eliminación y fracaso en Champions.
En busca del milagro y teniendo la ventaja que da la localía, los Reds se plantaron en el Anfield con la mente en emnedar su error tomando el dominio y el control del juego desde el silbatazo inicial.
Bastaron sólo seis minutos para que un servicio de Henderson para Origi terminara en el primero del partido, esto luego de que el belga recibiera el esférico frente al arco para tan sólo tocar la pelota y clavarla al fondo de las redes.
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Dicha anotación incrementó la adrenalina y la intensidad del partido siendo Mané y Robertson los jugadores que más estuvieran cerca del gol, pero los blaugranas también despertaron; sin embargo, los remates de Messi y Alba no terminaron con la suficiente certeza para hacer daño en la puerta rival.
En la parte complementaria del encuentro, los Reds repitieron la mecánica del primer silbatazo: presión, riesgos y la búsqueda constante del balón, para lograrlo Jürgen Klopp otorgó la confianza a Georginio Wijnaldum que ingresó para suplir a Robertson y que sin saberlo sería el neerlandés quien les devolvería la esperanza y no sólo eso, sino cumpliría el milagro que los ingleses estaban buscando.
Y es que cuando se jugadaban los 53 minutos de juego, Barcelona se equivocaría en una salida que fue aprovechada por el Liverpool, quienes armaron una excelente jugada que terminó con un balón para Wijnaldum, quien sacó un potente disparo que se le fue entre las manos a Ter Stegen para firmar el 2-0.
La pesadilla culé iba en aumento cuando Georginio Wijnaldum remató de cabeza y puso el 3-0 apenas tres minutos después. Dicho marcador llevaba el partido al tiempo extra.
El clavo final al ataúd se dio con el doblete de Divock Origi, quien hizo explotar al estadio y a la afición que más que nunca demostró que el Liverpool 'nunca camina solo' y ahora va a Madrid para jugar la Final.