Un diagnóstico cayó casi como sentencia en la vida de Braian Romero, pero él no estaba dispuesto a aceptarla. En 2012 la artritis reumatoidea fue detectada en su cuerpo y volver a jugar futbol era casi impensable para el delantero argentino.
El dolor no le permitió moverse de la cama y su visita al doctor se prolongó durante 15 días en los que le realizaron diversos estudios para encontrar la razón de su dolencia que además parecía no tener cura y pasó más de un año en medio de una batalla en la que no pensaba rendirse.
"Me desperté y no me pude levantar más del dolor que sentía. Entré en desesperación. Era una enfermedad llamada artritis reumatoide, que nadie sabía si tenía cura. Fue un año y medio eterno, de mucha lucha", le contó a Olé.
Romero se mantuvo medicado y con un pronóstico poco alentador, pues no sólo debería de olvidarse de las canchas, posiblemente también tendría dificultades para caminar, pero su devoción y sus ganas de salir adelante fueron más grandes que aquella enfermedad.
El ariete decidió suspender el medicamento y confiar en un milagro que probablemente estaba destinado a sucederle. Su médico quedó sorprendido por su notable mejoría y aunque fue una etapa complicada asegura volvería a vivir esa experiencia, pues le hizo valorar lo que tiene en su vida.
"Esa experiencia me marcó muchísimo y me ayudó para estar centrado, para estar con mi familia. Hoy tengo todo lo que quiero, a mi mujer y a mis tres hijos. Siento que la enfermedad fue un momento que Dios me puso en el camino y volvería a elegirla porque me ayudó a valorar muchísimas cosas y a crecer como persona", narró para La Nación.
Hoy a sus 29 años, Braian Romero mira de reojo esa etapa y disfruta su campeonato en la Copa Sudamericana, se colocó como el máximo goleador del Defensa y Justicia con 10 tantos y marcó en todas las fases del torneo.