En una trágica jornada para el futbol brasileño, el Santos, uno de los clubes más emblemáticos de la nación, vivió una noche de pesadilla al descender por primera vez en su historia a la segunda categoría tras su derrota en casa ante Fortaleza.
La reacción de los aficionados fue inmediata y desgarradora. Tras el pitido final del árbitro Leandro Pedro Vuaden, los seguidores del Santos intentaron invadir el campo de juego, lanzando objetos y expresando su enojo hacia los jugadores locales, quienes se quedaron dentro del recinto, siendo señalados por su afición.
"Vila Belmiro se convierte en un escenario de guerra tras el descenso", tituló el diario Lance. Los disturbios se extendieron a las afueras del estadio, donde se desataron incidentes contra la policía. Informes de los medios locales indican que al menos cuatro autobuses fueron incendiados y varios automóviles en la cuadra del estadio corrieron la misma suerte.
Uno de los jugadores afectados por la violencia fue el delantero colombiano Stiven Mendoza, cuyo automóvil, encontrado en las cercanías de Vila Belmiro, fue hallado completamente quemado. Otros afectados por los incendios fueron miembros del equipo de dopaje de la Confederación Brasileña de Futbol (CBF).
"Santos vive una noche de terror", publicó el sitio deportivo de O Globo, describiendo la escalada de violencia en el estadio de San Pablo. La Policía Militar respondió utilizando gas pimienta para dispersar a los seguidores del Santos, que se dirigieron desde el estadio hacia la Rua Princesa Isabel. A pesar de los intentos de contener la situación, los hinchas continuaron arrojando piedras y objetos a las fuerzas de seguridad.
Además de los vehículos incendiados, se reportaron actos vandálicos en varios comercios de la zona, según informes policiales. Las redes sociales se inundaron con videos virales que mostraban las columnas de humo generadas por los incendios y los enfrentamientos entre hinchas y la policía.