España se ha habituado demasiado al empate, cinco en sus últimos ocho partidos; el mismo resultado con el que se estrenó en la Eurocopa 2020 ante Suecia (0-0), entre la reincidencia de Álvaro Morata en una ocasión tremenda y del equipo en general, imponente el primer tiempo y mucho menos el segundo.
La selección española no es favorita. Ni siquiera en Sevilla. Le queda mucho por atravesar para ganarse una condición que se merece con victorias, con goles, con argumentos mucho más rotundos, solventes y apreciables de los que propone hoy por hoy España, que juega bien a ratos, que no lo hacen bien en otros, que se estrella en su propia ineficacia ofensiva y que se percibe vulnerable atrás.
El presente de España necesita más gol. Es una obviedad. No se puede entender de otra forma el empate a cero con el que se fue al descanso y al final, explicado prioritariamente por una acción por encima del resto, en el minuto 37, cuando un error impropio de este nivel, cometido por Danielson, puso a Morata ante el gol, solo, sin más oposición que el portero, al que ni siquiera exigió una parada.
Su tiro se perdió demasiado cruzado, desviado, sin la precisión con la derecha que requería una oportunidad tan visible, sin la determinación de un goleador, ya sea él, Gerard Moreno, suplente, o cualquier otro, que debe ser indispensable para pensar en los retos de altura que se propone España. Sin gol, la misión es imposible.
Después, Morata también fallo otra, menos clara en el comienzo del segundo tiempo, señalado de nuevo por un sector del público, alentado a la vez por otro, mientras España ya no era lo que había sido en el primer acto, a falta de media hora en vilo, sin saber muy bien como desatascar un partido que ya era un jeroglífico para él. A menos de media hora, el atacante se marchó entre pitos mayoritarios. En ese sentido, la entrada de Gerard Moreno en el 74 pareció tardía.
Y al presente de España la falta contundencia defensiva. En el centro. Y en la portería. La elección fue la esperada, Unai Simón. Un espectador casi siempre, surgió atento a la primera exigencia, un centro que prefirió palmear por encima del larguero, por si acaso, pero dudó cuando no debe dudar, cuando la determinación es la mejor virtud del guardameta, cuando Isak, allá por el minuto 42, asustó a la selección, salvada por el lateral Marcos Llorente y el poste. Aún más alarmante fue la siguiente aproximación sueca, ya por la hora de juego, sobre todo porque Isak hizo todo lo que quiso en el área, entre tres rivales, que más que acecharle lo invitaron a una maniobra que no fue gol porque Markus Berg remató fatal el regalo del 0-1, por el césped o por la ejecución, pero fue un despropósito.
Porque, a través suyo, España divisó el camino al principio. Por la izquierda, cuando conectó con Jordi Alba; por la derecha, asociado a Marcos Llorente; o por el medio, cuando propuso a Dani Olmo la ocasión del cabezazo del 1-0 que lo negó Olsen, estirado, certero, salvador, con la mano izquierda a un remate que era gol.
Koke estuvo en prácticamente todo lo que entendible como ocasión que inventó la selección española en el primer tiempo entre el entramado defensivo que ideó Suecia. El centrocampista vallecano también remató. Primero con un derechazo dentro del área desviado, después con la llegada que conectó con la zurda alto, a servicio del notable Dani Olmo, que también probó a Olsen antes del parón.
Pero del vestuario salió otra España, previsible, imprecisa, insustancial, sin ocasiones, sin capacidad de remover un empate que no habría sido tal con una pizca más de gol. No lo tiene la selección española. O no lo muestra. Ni siquiera cuando la salida de Gerard Moreno hizo rugir como no lo había hecho en todo el duelo al Estadio de La Cartuja. Su cabezazo final lo mereció. En el minuto 89. Lo paró Olsen. Tampoco hubo forma. Un empate para la reflexión.
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