Tras casi 14 años en el poder y convertirse en el primer indígena en dirigir a la historia de Bolivia, el mandatario Evo Morales anunció su renuncia al cargo el domingo después de semanas de violentas protestas y pedidos a que dimitiera generados por las acusaciones de fraude en la elección presidencial del 20 de octubre.
La decisión se produjo después de un día en que se desarrollaron rápidos acontecimientos, entre ellos el ofrecimiento de Morales de celebrar nuevas elecciones. No obstante, la crisis se profundizó dramáticamente cuando el jefe militar del país acudió a la televisión nacional para pedirle al gobernante que dimitiera para recobrar la paz.
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“Estoy enviando mi carta de renuncia a la Asamblea Legislativa de Bolivia... no queremos que haya enfrentamientos”, manifestó el mandatario desde su reducto del Chapare, en el centro del país, en un mensaje televisado.
No estaba claro de inmediato quién lo sucedería. El vicepresidente de Morales también renunció, al igual que la presidenta del Senado, que era la siguiente en la fila de sucesión ante una salida del mandatario.
Morales denunció que con su renuncia se consuma el “golpe de Estado que hemos venido denunciando desde el 21 de octubre”, un día después de los polémicos comicios.
El gobernante no había terminado de hacer su anuncio, cuando en La Paz y en otras ciudades se dieron bocinazos en las calles y miles de personas, con banderas bolivianas, salieron a festejar en diversas plazas con mucha algarabía y hasta llorando de emoción.
Un grupo de manifestantes se apostó frente a la casa presidencial y quemó un féretro para simbolizar el fin del gobierno de Morales.