Bélgica hizo gala de su arrollador futbol de ataque al pasar por encima de Estonia por 8-1 en un partido que fue desde el primer minuto para los Diablos Rojos y en el que los visitantes no tuvieron ninguna oportunidad real de darle la vuelta al marcador.
Los locales crearon peligro en todas las zonas del campo; mientras que Estonia hizo lo que pudo, incluso pareció durante los primeros cinco minutos que podría plantar cara.
En el minuto 8, un centro de Carrasco desde el vértice del área fue cabeceado por Meunier, que consiguió colar la pelota en las redes de Mihkel Aksalu. Bélgica no se conformó y siguió atacando, con una combinación de control de juego y repentinos pases verticales que rompieron una y otra vez las líneas defensivas de los visitantes.
Los goles fueron cayendo uno detrás de otro. El segundo tuvo como origen un disparo a balón parado de Mertens cuya dirección fue modificada involuntariamente por el capitán estonio Klavan, mientras que el 3-0 fue una muestra inequívoca del futbol ofensivo de Bélgica.
En el minuto 35, Estonia se aprovechó de un error clamoroso de la defensa belga, para que Henri Anier, con un disparo a media vuelta, batiera al portero rival.
Si los estonios soñaban con la remontada en la segunda parte, los belgas se encargaron de evitarlo. Lejos de relajarse siguieron marcando goles con una facilidad endiablada. Carrasco materializó el 4-1 a placer tras un pase de Lukaku, mientras que el 5-1 fue de Klavan en propia puerta. Martens se encargó de marcar el sexto poco minutos después con un genial disparo, a medio camino entre el tiro directo y la vaselina.
Lukaku no desaprovechó sus oportunidades al final del partido y metió los dos últimos goles de Bélgica, con una defensa visitante totalmente desdibujada.