Un zurdazo incontestable del francés Antoine Griezmann marcó la diferencia entre el Atlético de Madrid y el Athletic Club de Bilbao, para situar al conjunto madrileño a la altura del Barcelona en la cima de la clasificación.
El Athletic fue más impetuoso, al minuto 26 tuvo un par de ocasiones para inaugurar el marcador. La primera un precioso control y vaselina de Aritz Aduriz la solventó con apuros el esloveno Jan Oblak rumbo al saque de esquina. En el córner posterior, un buen lanzamiento, un toque en el primer palo y el remate en el segundo de Aymeric Laporte sumaron el 0-1.
Diego Simeone modificó su parado para arrancar el encuentro a un 4-4-2, pero luego volvió a la fórmula de toda la temporada, el 4-3-3, de principio sin efecto en el ritmo que proponía el Athletic y sobre el que se desarrollaba el duelo hasta los instantes finales del primer tiempo, hasta el 1-1.
Desde ahí, desde su productiva destreza a balón parado, revalorizada en los últimos duelos, salió del apuro el Atlético entre las lamentaciones del Athletic por el momento, por un gol tan inoportuno para sus intereses como clave para el conjunto madrileño, pero del que se rehizo de inmediato, a su vuelta del vestuario.
Porque el Athletic, al contrario de lo que podría presuponer el 1-1, reanudó el encuentro con convicción, decidido a agitar de nuevo el marcador, inamovible por dos apariciones sensacionales de Oblak. La primera a un centro de Eneko Boveda; la segunda, salvadora, en un duelo individual con Aduriz, al que adivinó la intención de su tiro.
El partido fue del conjunto bilbaíno hasta que irrumpió Griezmann. No había tenido protagonismo en todo el choque, hasta el minuto 66, hasta que marcó la diferencia en un balón suelto al borde del área, con un zurdazo imparable, que vale tres puntos sufridos y la cima compartida de la Liga con el Barcelona.