30 años de la histórica mano de Dios en el Azteca

Maradona le ganó así el salto a Shilton para poner el 1-0
Maradona le ganó así el salto a Shilton para poner el 1-0
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ESPECIAL
DANTE EMILIANO GARCÍA
| 22 Jun, 2016

Llevaba la magia en el botín izquierdo y la picardía palpitando en el pecho; Diego Maradona tenía apenas 25 años y 235 días, pero esa tarde escribió el capítulo más importante de una historia sin igual.

Hace exactamente 30 años, el nacido en Villa Fiorito maravilló a México y al mundo; el Estadio Azteca fue el epicentro de un show de coraje y magia, que desembocó en un 2-1 inolvidable para bien y para mal.

Esa tarde, contra Inglaterra, el Pelusa cobró  revancha nacional con el balón cosido al pie, pero con la holgura suficiente para también tocarla con la mano, habilidad divina que llevó a la máxima expresión frente a más de 100 mil almas.

La Guerra de las Malvinas, sólo cuatro años detrás, fue el pretexto ideal para que Diegol, Valdano, Burruchaga y compañía cobraran justicia con la pelota de por medio; el coraje, la mística y la magia se fusionaron para causar una herida inolvidable.

El show  del ilusionista más grande arrancó poco después de las 13:00; el primer truco de la tarde, al 51' y con el marcador aún empatado, fue tan prodigioso como para convencer a Ali Bennaceur, árbitro tunecino que validó uno de los goles más polémicos de la  historia.

Diego recibió a un costado del círculo central, se sacudió a tres marcadores, tocó para Valdano y un error de Steve Hodge, le habilitó en un mano a  mano por todo lo alto con Peter Shilton, a  quien superó con el puño para mandar el esférico a las redes.

El primer gol, marcado "un poco con la cabeza y un poco con la mano de Dios", como él mismo lo describiría, fue la dosis de astucia que mostró el lado humano del astro argentino, dispuesto a caer en tentación con tal de impulsar las ilusiones albicelestes.

El segundo de sus tantos fue un acto de escapismo de primer nivel; el Diez dejó en el camino a más de media Inglaterra para erigir la obra más bella del Siglo XX. Seis rivales fueron meros espectadores de la 'recorrida más memorable de todos los tiempos', como fue bautizada al momento.

Esa tarde, el hijo pródigo de Buenos Aires dictó el balance perfecto entre el bien y el mal en un mismo hombre, se transformó en el Barrilete Cósmico que tatuó su apellido sobre el 3465 de la calzada de Tlalpan, donde la leyenda de aquel 2-1, protagonizado por el genio eterno, siempre vivirá.

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