Entre la locura de todo París y el Parque de los Príncipes por el fichaje de Lionel Messi, el PSG goleó primero, dudó después y ganó finalmente al Estrasburgo (4-2) en la bienvenida del astro argentino, al que su equipo aguarda ya en el liderato, pero aún entre la irregularidad.
Un gol tan pronto, en el minuto 3, más aún en su territorio, suele ser una garantía. Contra las dudas, es la mejor respuesta. A la vista de Messi, espectador ahora, estrella en cuanto debute con su nuevo equipo, Mauro Icardi abrió a toda velocidad el marcador, que antes de la media hora lucía un rotundo 3-0.
Mbappe ya había escuchado pitos de los ultras -cuando su nombre sonó por la megafonía cinco minutos antes del encuentro-, entre la incertidumbre que sobrevuela su futuro en las últimas fechas, antes de reivindicarse con la mejor de todas las expresiones en el futbol: el gol. En el minuto 25, provocó el 2-0 para agrandar la diferencia.
Julian Draxler, participante en ese tanto, anotó el 3-0 apenas dos minutos después para acomodar la goleada con todavía una hora de partido, un mundo para cualquier rival cuando enfrente está un rival como el París Saint Germain, con jugadores de tal talla mundial, aunque fue todo lo contrario de lo que se esperaba entonces.
El Estrasburgo aguantó el 3-0 al término del primer tiempo. Y, de pronto, anunció competencia. El 3-1 de Kevin Gameiro, en su nueva aventura en la Liga francesa, en el minuto 52, advirtió al conjunto de Pochettino; el 3-2 de Ludovic Ajorque lo alertó de una forma que no percibía, a falta de media hora para la conclusión de un choque que, poco antes, parecía ganado, sólo cuestión de tiempo
Entre otras cosas, se inquietó por sus concesiones defensivas, también por la reacción de su rival, que entonces se vio capaz de algo que normalmente es imposible ante el PSG cuando logra tres goles de distancia y, además, es en su estadio, y que finalmente lo fue también para el Estrasburgo, sentenciado en inferioridad numérica con el 4-2 de la calma de Pablo Sarabia.