En cuanto las luces verdes se encendieron, el Foro Sol tembló. Las gradas se movieron al compas de la euforia que iba subiendo desde el estómago y explotó como gritos de cada aficionado. Nuestro Checo Pérez atacó, se hizo de la punta, Charles Leclerc quedó centímetros atrás, y Max Verstappen complementó la embestida.
Sergio por fuera y el Tricampeón por dentro. Ferrari estaba de rodillas. Pero nadie se esperaba una frenada tan agresiva del monegasco. Ambos alerones se enredaron en una mezcla de metales retorcidos. Rojo y azul se hizo uno y Checo voló.
El RB19 aterrizó en el asfalto del Autódromo Hermanos Rodríguez, rebotó y se deslizó fuera de la curva 1. Lo que fue el alarido y "vamos, vamos, vamos" creciendo cada vez más se convirtió en un corte de respiración. "¡No, no, no!". Más de 100 mil almas abandonaron los cuerpos que habitan.
"¡Síiíííí!". Sergio volvió a la pista, pero era el último. Volvió a pasar por el Foro Sol y los "¡vamos!" regresaron. Duró poco, el mexicano entró a pits y nunca más salió. Todo terminó rápido.
El Foro Sol se eclipsó. Primero fueron rostros de furia hacia Charles Leclerc, mentadas de madre incluidas. Pero luego fue el abandono, mental y físico. El hartazgo se notó en cada rostro, pues el nuestro ya no estaba. Muchos optaron por quedarse y otros tantos se retiraron temprano. El show se acabó.
Poco importó que Max Verstappen vengó al mexicano con una victoria sobre el Ferrari #16 y fijó marca de victorias en la Fórmula Uno o que Lewis Hamilton recortó distancia con su segundo lugar, mientras que Leclerc completó el podio. Nos arrebataron el día más dulce en la historia del automovilismo deportivo y ya lo dijo Checo: "duele mucho".