A pocos días de asumir el cargo como presidente de México, Felipe Calderón lanzó en 2006 una estrategia para combatir al crimen organizado, llamada ‘Operativo Conjunto Michoacán’; por esta razón, desplegó a 4 mil 200 soldados y mil elementos de la Marina. Esta estrategia se replicaría en otras entidades, con lo cual daría inicio la llamada guerra contra el narco.
Desde entonces, los enfrentamientos se recrudecieron a lo largo y ancho del país; tan sólo en 2007, el primer año del conflicto, 2 mil 837 personas perdieron la vida.
En diciembre de 2008, el gobierno estadounidense y mexicano firmaron un pacto de cooperación, conocido como ‘Iniciativa Mérida’, para contrarrestar la violencia ocasionada por el narcotráfico, pero ésta continuó contra la población civil.
Al final de su mandato, Felipe Calderón había logrado capturar o abatir a varios capos, entre los que figuran: Arturo Beltrán Leyva (exlíder de los Beltrán-Leyva), Braulio Arellano (supuesto cabecilla de los Zetas) y Osiel Cárdenas Guillén (exjefe del Cartel del Golfo); sin embargo, esto se consiguió a un alto costo: más de 104 mil mexicanos habían muerto.
En la presente administración, la situación no ha variado mucho.
MUERTES POR DAÑO COLATERAL
En términos castrenses, un ‘daño colateral’ son las bajas civiles que ocurren de forma accidental durante un enfrentamiento; desde el inicio de la guerra contra el narcotráfico, 186 mil mexicanos han perdido la vida (directa o indirectamente) en las ‘refriegas’.
Aunado a esto, el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED), informa que cerca de 29 mil personas no han sido localizadas. Un caso a resaltar es el de los migrantes centroamericanos; pese a que no hay datos oficiales, se estima que 35 mil han muerto.