Óliver Pérez caminó hacia el montículo, se quitó la gorra por un instante para persignarse y miró al cielo. Con su aparición en el juego entre Indians y Royals, el sinaloense alcanzó la histórica cifra de 18 temporadas en Grandes Ligas, la mejor marca para un pelotero mexicano. Algo que solo fue capaz de alcanzar gracias a su capacidad para transmutar y adaptarse a los constantes cambios, una especie única digna de ser estudiada por el darwinismo.
Nacido en Culiacán, Sinaloa, hizo su debut ligamayorista el 16 de junio de 2002 enfundado en la franela de los Padres. En aquel entonces, Pérez tenía tan solo 20 años de edad y su cabello negro aún no era matizado de blanco por el tiempo. Ahora, a punto de cumplir 39 años, se subió a la lomita para zanjar su temporada número 18 en MLB, un hito con el que dejó atrás a colosos de la pelota azteca como Fernando Valenzuela, Juan Gabriel Castro y Aurelio Rodríguez.
El zurdo relevó al abridor Carlos Carrasco con un corredor colocado en la segunda base. Se trató de su primer juego en 2020 y el número 671 de por vida en la Gran Carpa. Trabajó durante un inning (mismo que dejó en blanco) con dos ponches y ayudó a que los Cleveland Indians se impusieran 9-2 y se llevaran la serie (2-1) frente a Kansas City.
La de ‘El Paisa’ es una carrera de resiliencia, de adaptación a las condiciones que se le han presentado y de mucho ímpetu. Prueba de ello es que al inicio de su carrera era pitcher abridor la mayor parte del tiempo, sin embargo, luego de que en 2011 no lanzara en Grandes Ligas, se reinventó como serpentinero y se convirtió en relevista, rol en el que retornó a MLB al año siguiente con los Mariners. De no haber sido por ese año alejado de la Gran Carpa, ahora tendría 19 campañas consecutivas en las Mayores.
La temporada anterior con la tribu, Óliver alcanzó la cifra de por vida de mil 500 ponches en MLB, lo que lo convirtió en el tercer lanzador mexicano en alcanzar la cifra detrás de Fernando Valenzuela y Yovani Gallardo. Aquel joven prospecto que estampó su firma en un contrato con los Padres el 4 de marzo de 1999, ahora es una leyenda del beisbol en México, un premio a su constancia y un triunfo para los peloteros nacionales en una época en que cada vez es más difícil ver la bandera tricolor entre los rosters ligamayoristas.