En la secundaria es fácil que los menores echen a volar su imaginación cuando se les hace la pregunta más clásica a esa edad, “¿Qué quieres ser de grande?”. Antes siquiera de entrar a la adolescencia, Derek Jeter lo tenía muy claro y lo plasmó en el papel con mucha determinación… “Voy a ser el parador en corto de los Yankees de Nueva York”. Luego de 20 años rindiendo honor a su palabra, su nombre descansará para siempre en el Cooperstown.
El Salón de la Fama del Béisbol tendrá el honor de recibir al último gran capitán de los Bombarderos del Bronx, al hombre insignia de la organización y al ídolo de toda una generación de peloteros que vieron en sus hazañas la inspiración necesaria para llegar a las Grandes Ligas.
El ojo clínico de Buck Showalter fue clave en la trayectoria del ícono de los Yankees. En la primavera de 1994, Jeter saltó al diamante con el número 74 en la espalda. El entonces manager de los neoyorquinos mandó a arreglar eso al siguiente año. “Ese muchachito va a ser una leyenda”, dijo el timonel a la hora de ordenar que se le diera su inmortal número.
Jeter vistió la camisola de los Yankees en dos mil 747 ocasiones, incluyendo Postemporada. Ganó cinco títulos de Serie Mundial, cinco Guantes de Oro, cinco Bates de Plata, fue nombrado 14 veces al Juego de Estrellas y se proclamó Jugador Más Valioso de la Serie Mundial (2000). El triunfo más grande de su trayectoria, sin duda, fue el corazón de toda una ciudad que encontró en él a su más grande ídolo en décadas. Una afición tan exigente como la de la Gran Manzana se rinde a los pies de quien fue amo y señor de las paradas cortas.
Su nombre quedará postrando en la eternidad a poco más de tres horas de distancia del recinto que lo vio convertirse en leyenda, Yankee Stadium. Cooperstown al fin le abrirá sus míticas puertas al capitán neoyorquino, junto a una camada más de leyendas de la pelota caliente que serán inmortalizados en una ceremonia sumamente esperada. Tras 19 meses de espera, provocada por el Covid-19, la fecha llegó.
