Silvia Martínez, una 'tabla en el océano' para las mujeres mexicanas en Japón
Cuando te toca ni aunque te quites, y cuando no te toca ni aunque te pongas. Algo similar le sucedió a Silvia Martínez. Profesional de la comunicación egresada de la UNAM, tenía una vida tranquila en la CDMX y trabajaba en el gobierno capitalino, hasta que un convenio de colaboración entre el gobierno nipón y azteca la llevó a vivir medio año en Okinawa en 1988. De regreso a nuestro país su destino ya estaba escrito, pues conocería a un japonés de intercambio en México que terminaría siendo su esposo, y de esta forma regresó al país del sol naciente.
“Aunque ya había pasado un tiempo en Japón y había conocido la cultura, cuando llegas casada ya no es lo mismo. Yo tenía una maestría y un premio de periodismo, pero llegue a Japón a ser ama de casa”, mencionó.
Como si de un capricho del destino se tratara, al poco tiempo de su retorno vivió otra mudanza, pues su esposo fue requerido por motivos laborales en Filipinas, país donde vivió cinco años y que representó una salvación para ella, pues ahí conoció el Instituto Cervantes, donde comenzó su aventura en la docencia del español, actividad que ya no dejó, a pesar del rol femenino que Japón esperaba de ella en su segundo retorno.
“El Cervantes fue mi tabla en el océano para seguir haciendo algo profesionalmente. Regresamos a Japón con una hija, y aquí en Japón eres la mamá, tendrás títulos, tendrás lo que sea, pero aquí eres la mamá, entonces hubo que superar y manejar todas esas cuestiones culturales. Aquí las mujeres están muy felices en su casa, ellas no entendían porque trabajaba yo, no tenía la necesidad económica, pero yo tenía cierto conocimiento que quería compartir”, recordó.
Actualmente, Silvia reside en Narita, ciudad cercana a Tokio, y trabaja como profesora en la Universidad de Estudios Internacionales de Kanda, sin embargo, ella combina su pasión por enseñar con el trabajo comunitario que desempeña, mismo que la llevó a fundar un grupo de mexicanas residentes en Japón, para posteriormente ser reconocida por el gobierno mexicano con el Premio Ohtli, la distinción más alta que se otorga a la comunidad mexicana en el extranjero.
“El objetivo era abrir espacios de comunicación entre las mexicanas que viven en Japón para fortalecernos y empoderarnos, ya tenemos cuatro años trabajando, difundimos la cultura mexicana, el empoderamiento de la mujer y tenemos un área de desarrollo personal”, explicó.
Ya con muchos años en suelo asiático, Silvia reconoce a Japón como un país con sus virtudes y problemas, desde el profundo respeto a los demás hasta la seriedad con la que viven.
“En México categorizamos a la gente dependiendo del trabajo que hacen. En Japón cualquier trabajo es muy reconocido. Por otro lado, no hay esa relación tan cercana con la familia, por ejemplo con la familia de mi esposo nos vemos dos veces al año cuando mucho, y son relaciones muy respetuosas, distantes, algo frías comparadas con nosotros los mexicanos”, opinó.
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