Presidente Municipal de Nochistlán sobre Perro Aguayo: 'Defendía la casta de los mexicanos'
En 1541 Pedro de Alvarado, un conquistador español, falleció huyendo de los caxcanes en dirección hacia lo que es hoy la ciudad de Guadalajara, durante la Guerra del Mixtón. En aquellas mismas tierras, 405 años más tarde, su homónimo Pedro Aguayo Damián vino a la vida en Nochistlán, la región custodiada por aquellos indígenas. Tal y como si la tierra lo hubiese criado de esa forma, Aguayo se convirtió en un guerrero de la vida y los encordados para forjar una de las leyendas más grandes de la lucha libre.
Aguayo heredó el espíritu aguerrido de los caxcanes, su estilo dentro del cuadrilátero fue único e irrepetible. El ‘Can de Nochistlán’ adoptó la fidelidad y la agresividad de un perro y es que Aguayo se transformaba cuando subía al cuadrilátero. Las marcas que quedaron en su frente son muestra de la entrega y pasión que tuvo el mexicano, quien nunca se achicó ante ningún reto.
“Su apodo lo decía todo: El Perro Aguayo, el Can de Nochistlán. Sabemos que los perros son leales que son muy cercanos a la gente, pero también tiene la otra parte que pueden ser lo más agresivos para defender su territorio”, declaró en entrevista con RÉCORD el Presidente Municipal de Nochistlán, Armando Delgadillo. “Mas que defenderse en el ring, defendía la casta de la que estamos hechos los mexicanos y sobre todo la gente de Nochistlán”, añadió.
El hambre fue el rival que motivó al Perro Aguayo a entrar al mundo de la lucha libre, deporte que amó y respetó durante sus más de 30 años de carrera. “La lucha libre es uno de los deportes más completos que hay porque incluye box, judo, karate; es un entrenamiento del diario. Cuando lucho mi cerebro trabaja solo y las llaves salen espontáneamente (…) Cuando estoy en el ring quiero hacer trizas a mi rival, ganar, no me interesa cómo. Necesito desquitar mi enojo para desahogarme feo o bonito”, declaró Aguayo en 1992 en una entrevista con Lola Miranda Fascinetto.
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