México es muy querido en todas las latitudes del mundo.
Desde mi llegada a Río de Janeiro, para cubrir los primeros Juegos Olímpicos en Sudamérica, he recibido muestras de cariño por mi país.
Una playera, chamarra o gorra con la bandera tricolor basta para que el conocido grito ‘Viva México’ se escuche en las instalaciones de la Villa Olímpica, ya sea por representantes de los medios, voluntarios, deportistas o ciudadanos.
Cada que me preguntan mi nacionalidad, las referencias del tequila, las playas y el mencionado grito aparecen con una gran sonrisa, así como algunas anécdotas.
Como la victoria de la Selección Mexicana de Futbol Sub 23 ante Brasil en los Juegos Olímpicos de Londres 2012.
O el partido de Octavos de Final del Mundial de Brasil 2014, en el que México perdió ante Holanda por un ‘supuesto penal’. Dos años después aseguro que #noerapenal.
Entre mexicanos y brasileños hay un cariño fraternal. No por nada una escuela de samba le hizo homenaje a México durante el carnaval de 2010, donde destacó su riqueza cultural.
Coincidentemente en estos dos países se han celebrado los únicos Juegos Olímpicos de Latinoamérica.
Amor que también se demuestra en los escenarios deportivos, siempre y cuando no se enfrenten en alguna competencia.
Una muestra de ello fue el sábado en la pelea del púgil tricolor Joselito Velázquez, a quien los cariocas apoyaron en Riocentro cuando enfrentó al argentino Leandro Blanc.
La imagen de los mexicanos, dicho por algunos extranjeros, es de gente pacífica. Percepción que la violencia, inseguridad, desapariciones y asesinatos que ocurren diariamente en el país no ha trastocado.