Gabriela Agúndez es una mujer valiente, aguerrida, resiliente que nunca se da por vencida y que lucha día con día hasta lograr sus objetivos.
Cada obstáculo, caída, lágrima, esfuerzo y entrenamiento tuvo su recompensa. La clavadista de 21 años de edad tuvo un debut olímpico de ensueño en los Juegos de Tokio 2020.
“Fue justamente tal cual lo imaginé, tal cual lo soñé, esperé mucho tiempo para estar en mis primeros Juegos Olímpicos, no fue un trabajo de uno o dos años. Desde pequeña me propuse.
“Hubo varios baches en el camino, pero aún así supimos superarlos, hubo personas que siempre estuvieron para mí, que siempre me apoyaron y eso también es muy importante el saber que detrás de un resultado hay todo un equipo alrededor. Iván Bautista me apoyó en un momento difícil cuando falleció el profe Yunieski (Hernández), quien también trabajó por este resultado, mi compañera Alejandra (Orozco) ni se diga, estuvimos apoyándonos siempre, motivándonos la una a la otra y nuestras familias que siempre han estado ahí con nosotros en las buenas y en las malas”, platicó Gaby en entrevista con RÉCORD a 250 metros de altura desde el helipuerto de la Torre Mayor.
Agúndez conquistó la medalla de bronce en la plataforma de 10 metros sincronizados, junto a Orozco, y se posicionó como la cuarta mejor del mundo en la prueba individual.
“Nada más pensaba ‘lo logramos’, en verdad lo logramos. Todo el trabajo vale la pena. Sinceramente desde que ejecutamos el último clavado y que supe que estábamos con posibilidad de medalla ya me sentía realizada, veía la cara de Ale, de Iván y sabía que lo habíamos hecho, que habíamos demostrado todo lo que habíamos entrenado y cuando vimos que ya estábamos en tercer lugar, que ya estaba la tabla de puntuaciones nos abrazamos, brincamos, nos emocionamos, hubo una que otra lágrima por lo mismo de la emoción y saber que todo había valido la pena.
“Cuando estábamos en el podio nos colocamos la medalla la una a la otra, fue como una muestra de agradecimiento por el compromiso que había tenido cada quien la una con la otra, pero también con nosotras mismas. Es un momento único”, recordó.
CAMINO LLENO DE OBSTÁCULOS
Gabriela Agúndez tuvo el carácter, la sabiduría y la determinación para inmortalizar su nombre en el Olimpo con la medalla de bronce en la plataforma de 10 metros sincronizados en los Juegos de Tokio 2020.
Desde que decidió trabajar con el objetivo de hacer historia en los clavados, enfrentó diferentes adversidades que la llenaron de fortaleza.
A los 10 años de edad dejó a su familia en Baja California Sur y emigró a la Ciudad de México, después de enfrentar diferencias con la entrenadora china Ma Jin, regresó a La Paz donde trabajó con el profesor cubano Yuniesky Hernández, quien falleció en 2020.
Nuevamente se separó de su familia y viajó a Guadalajara para entrenar con Iván Bautista, vivió la incertidumbre por el aplazamiento de los Juegos Olímpicos, el incendio del gimnasio de clavados en el Code Jalisco y venció el Covid-19.
“Lo describo como algo único. Sin duda fue un proceso de mucho trabajo, mucho entrenamiento y de no tirar la toalla porque sí hubo situaciones que en algún momento nos movieron pero tuvimos que ser fuertes, estuvimos entrenando ocho horas al día antes de irnos a Tokio, todos esos meses, todo este último año.
“Saber que se había logrado y saber que el trabajo y el esfuerzo que uno pone día con día rinde frutos me deja muy contenta”, platicó Agúndez en entrevista con RÉCORD.
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