Aquel 28 de febrero de 2014, hasta la luna se tomó un descanso para echar un vistazo a la cancha central del Complejo Mextenis. Si de la pluma de Peyo Yávorov, Bulgaria había regalado los versos más bellos al mundo, de la raqueta de Grigor Dimitrov emergía desde la región balcánica tenis en su más genuino estado de pureza, mismo que le bastó y sobró para esa noche fulminar al mismo Andy Murray y un día después coronarse en Acapulco.
Ya desde antes, los más sabios del deporte blanco avisaban su llegada. El nacido en Haskovo -una pequeña ciudad de no más de 250 mil habitantes- mostraba talento suficiente como para hacer soñar a quienes temían pronto quedarse huérfanos de ídolos en esa disciplina. Fue así que en un acto desesperado, lo nombraron ‘Baby Federer’.
“Al principio estuvo bien (el sobrenombre), pero después no me gustó, me molestaba. ¿Por qué a un niño ponerle más presión y tanta expectativa de compararlo con probablemente el mejor jugador de todos los tiempos? Y es irrelevante, no son ni siquiera las mismas categorías, cuando tenía 17, 18 años estaba bien, pero después no”, explica a RÉCORD el búlgaro de 28 años.
La efervescencia de la fama lo abrumó cuando comenzaba a despuntar y Dimitrov se ahogó en su peligroso burbujeo. Una de las carreras más prometedoras se convirtió en un ajetreado recorrido por una montaña rusa que lo llevó de ser el novio de María Sharapova y ganar las ATP Nitto Finas 2017, a caer estrepitosamente hasta el lugar 78 del ranking apenas en agosto del año pasado.
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“No creo que llegue a jugar a ese nivel (que lo llevó a ganar las ATP Finals). He estado peleando un montón, no quiero necesariamente ganar, siendo honesto. Quiero jugar mejor tenis en este momento y regresar al Top 10. No será fácil, pero veo cuántos cambios han pasado en mi vida y me siento con ganas, sé que llevará tiempo, no tengo una varita mágica”, dice el búlgaro con un fuerte manoteo que sacude sus pulseras de oro.
“Así es la vida y creo que son procesos para encontrar el camino, tuve una lesión por primera vez, es como es, debo aceptar las cosas y seguir adelante, daré lo mejor otra vez, continuaré peleando, creo que aún puedo. ¿Cuándo y dónde? No lo sé, si alguien lo sabe que me lo diga, pero es lo que es, debo aceptar más mis derrotas que los triunfos, pues aprendo más de eso”, refuerza.