A los cariocas les gusta ser anfitriones, tener fiesta en casa, pero esta vez no estaban preparados para los Juegos Olímpicos.
La emoción y euforia de los deportistas y periodistas al arribar al aeropuerto no es compartida por algunos de los habitantes del país sudamericano, que por primera vez en la historia recibe la máxima justa deportiva.
“Invirtieron mucho en seguridad, pero se olvidaron de los hospitales, las escuelas, la gente”, menciona José Carlos, mientras maneja su taxi.
Como muchos brasileños, él soñaba con ser futbolista para comprarle una casa a sus padres y tener una mejor vida.
“Jugué a nivel profesional, pero infelizmente las cosas no se me dieron”, lamenta el ahora conductor, mientras pasamos por las afueras de la favela “Ciudad de Dios”, conocida mundialmente por el filme que lleva su nombre.
Durante el trayecto muestra el ‘Complejo Alemán’, que está conformado por 11 favelas marcadas por el narcotráfico, violencia, asaltos, enfrentamientos entre los mismos pobladores y con la policía. Al mismo tiempo señala un teleférico que convirtió a estos lugares ‘tabú’ en una atracción turística.
Mientras no vayas con miedo, dice Carlos, no te pasa nada. En dicha zona no se alcanza a ver algún indicio de que esperan la justa olímpica.
Al igual que en México, hay manifestaciones de maestros y demás población que está en contra del gobierno.
Dilma Roussef, presidenta brasileña, quien enfrenta un juicio político, es el peor mandatario que ha tenido el país sudamericano, expresa Carlos.
“Quería implantar el comunismo como en Venezuela y Cuba. Es terrible, se acabó al país. Es mejor (Michel) Temer”.
Entrando a Barra de Tijuca la presencia olímpica se siente. Cinco soldados resguardan la Villa Olímpica sobre la avenida Salvador Allende y otro tanto en la entrada principal.
Contra todo pronóstico, Río de Janeiro inaugurará en cinco días los primeros Juegos Olímpicos en Sudamérica.